La medida anunciada por el gobierno de Estados Unidos de imponer un arancel de 25% al acero y 10% adicional al aluminio atiende al complicado panorama que ha enfrentado la industria siderúrgica global en el último lustro: una sobrecapacidad instalada, principalmente impulsada en China. El problema es que la medicina propuesta por la administración del presidente Donald Trump es equivocada.

A lo largo de los últimos años, la industria siderúrgica internacional, así como diversos organismos multilaterales han destacado que una sobrecapacidad instalada implica exportaciones en condiciones de dumping o subsidios, complicando el entorno de libre comercio.

China es el ejemplo por excelencia. En diciembre de 2016, los países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) debían decidir si China era una economía de mercado, un estatus rechazado por Estados Unidos y la Unión Europea, debido a su enfoque de subsidios ocultos para sus empresas estatales y a sus más grandes empresas privadas predilectas.

La respuesta por parte de Estados Unidos y la Unión Europea fue negar ese reconocimiento. Y durante el periodo de 2011-2016, el sector siderúrgico internacional representó 30% de las medidas de defensa comercial contra China.

Es comprensible entonces una medida que permita limitar la entrada de acero, que incumple diversas normas y las condiciones de mercado. Sin embargo, la administración de Estados Unidos incurre en un error al aplicar un arancel general de 25% a las importaciones de acero, sin distinguir entre socios comerciales o economías con prácticas comerciales desleales.

Al no haber distinción entre quienes juegan bajo las reglas del libre comercio, con quienes hay acuerdos comerciales —mismos que están en vías de renegociación— y quienes impulsan un capitalismo de Estado, se agrega un elemento más de desproporción.

México tiene la posibilidad de implementar una respuesta de igual proporción, con el objetivo de que nuestro vecino del norte pueda reconocer el impacto de la medida, y en el mejor de los escenarios, modificar ese arancel para hacer una distinción sin generar mayores presiones o distorsiones al comercio internacional.

Sin embargo, de mantenerse la medida, entonces México deberá considerar las políticas a impulsar, en especial porque automáticamente estaremos en un escenario donde Estados Unidos cierra su mercado a —por lo menos— 30 millones de toneladas de acero, que actualmente compra.

Esos 30 millones de toneladas de acero —que equivalen prácticamente al consumo total de acero de México— buscarán un nuevo destino, a través de triangulaciones, dumping o cualquier otro esquema, ante lo cual nos tenemos que defender.

La industria siderúrgica nacional entonces deberá contar con medidas, estrategia y el apoyo necesario para enfrentar un mercado internacional inundado de acero que incumple las más básicas políticas comerciales.

Tendremos un escenario donde será fundamental asegurar condiciones que permitan a la industria siderúrgica mexicana seguir aportando 1.9% del Producto Interno Bruto (PIB) del país y 6.2% del PIB industrial, aportar valor a través de generación de empleo, así como en las cadenas de valor.

El mundo está atento a la decisión que tome el presidente Donald Trump. Más allá del desenlace y el remedio que termine aplicando el mandatario, es tarea de los diversos actores en México plantearnos los posibles escenarios y las estrategias a implementar a corto, mediano y largo plazos, en beneficio de una industria que es vital para el desarrollo nacional y que sostiene a miles de trabajos formales.

Vicepresidente del Instituto para el Crecimiento
Industrial y Crecimiento Económico (IDIC)

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