La tarde de un miércoles Sergio G., gerente de una tienda de autoservicio, hacía su recorrido por los pasillos cuando escuchó por altavoces la alerta de robo. Se trataba de cuatro mujeres robustas que pretendían llevarse mercancía, pero no estaban solas: las acompañaban ocho hombres que se distribuyeron en el estacionamiento y en la tienda para ayudarlas a salir.

“Tuvimos que bajar las cortinas antimotín, para que no ingresaran más, porque eran como 12 personas en total. Varios de ellos le quitaron el tolete al guardia y comenzaron a golpearlo. A todos los trabajadores que se acercaban los golpeaban”, recordó.

Por una puerta salieron con la mercancía, rompieron la pluma del estacionamiento y dejaron al guardia con los brazos fracturados y heridas que tardaron casi un año en sanar.

Ese fue uno de los robos más violentos que recuerda en una de las varias tiendas de autoservicio en las que ha trabajado a lo largo de su carrera en el sector del comercio.

Sergio G. afirma que todos los empleados de tienda conocen ya el modus operandi de las bandas. Generalmente quienes se dedican al robo hormiga son personas robustas que llevan ropa holgada, pants con doble fondo para meterse la mercancía, y se hacen acompañar con niños buscando despistar.

Primero, ingresan a ver cuántos elementos de seguridad hay y buscan lo horarios de mayor afluencia de clientes, generalmente por la tarde, en horas pico. Luego, regularmente, entran en grupos de dos mujeres y dos hombres. Las chicas llenan sus carritos con mercancía voluminosa, con pañales, y colocan en medio la mercancía que robarán.

Entre los productos que se sustraen destacan los cosméticos, botellas de vinos y licores, artículos de higiene personal, como desodorantes, alimentos, como el café soluble, leche en polvo para bebé, carne de gran valor, chocolates finos, así como ropa y electrodomésticos, sobre todo planchas.

Ya con los carros llenos, las mujeres quitan los sensores a los productos, mientras los dos hombres vigilan, ubicándose en las cabeceras de los pasillos, comenta Sergio G.

A algunos delincuentes se les cierra el paso antes de que salgan por las cajas y al ver que ya se les descubrió dejan la mercancía.

Mientras que a otros se les detiene pasando las cajas y se les pide la mercancía, hay quienes van acompañados de un grupo grande de personas con las que concretan el robo por ser muchas y violentas.

“Si se detiene a las mujeres que roban, llegan los hombres de manera sorpresiva para sacarlas de la tienda y evitar su consignación a la autoridad”, subraya.

Sergio G. dice que hay otros modos de robo en los que hay un ingreso violento de personas que llegan directo a tomar pantallas planas y salen corriendo con ellas.

Están también las personas que cambian códigos de barras para que una plancha que cuesta 600 pesos se marque con un precio de 100 pesos; como el cajero escanea la mercancía rápidamente, no se da cuenta del abuso.

El procedimiento legal al detener a una persona puede demorar bastante, pues hay que esperar cuatro horas o más para que el Ministerio Público levante el acta, a eso hay que agregar que recuperar la mercancía también puede llevarse mucho tiempo, tanto que ya caducó o no es parte del catálogo.

El robo hormiga: Daño a gran escala al comercio
El robo hormiga: Daño a gran escala al comercio

Recuento de daños

“Las cifras son alarmantes”, dice el presidente del Consejo Nacional de Seguridad Pública, Raúl Sapién Santos. Explica que el robo en supermercados representó un quebranto patrimonial de 160 mil millones de pesos, 15% mayor a lo que se vio en 2017, de acuerdo con datos de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD).

Lo que más se observa es robo hormiga en tiendas departamentales, “que es el que más daño hace”. Este delito se observó más en el Estado de México, Ciudad de México, Veracruz, Chiapas y Puebla.

También está al alza el farderismo; es decir, las personas que esconden productos en su ropa para sustraer, sin violencia, los artículos de las tiendas, aunque se trata de bandas organizadas, dicen expertos.

Ese tipo de delito aumentó 35% en 2018 respecto a 2016, lo que significa que hubo 10 mil robos más bajo esta modalidad. Por ello, hay empresas que ya desarrollaron aplicaciones que a través del reconocimiento facial detectan a los farderos, que van de una tienda a otra en un día.

“Como no es un delito que se comete con violencia, no se prevé prisión preventiva oficiosa. Entonces, cuando los acusados son presentados ante el Ministerio Público, salen casi de manera inmediata, teniendo que pagar el importe que se robaron o regresando las prendas o productos”, explica Sapién.

Existe una iniciativa que plantea que una persona no pueda llegar a un acuerdo reparatorio si reincide, con lo que se espera que dejen de delinquir.

Ante la situación actual las tiendas no acuden al Ministerio Público, porque lo consideran un “trámite tortuoso y burocrático”, pues tienen que acreditar la posesión de lo que se robaron, entre otros procedimientos.

El gran problema es que muchas personas “más que roban por necesidad, lo hacen como un modo de vida, en cualquier tienda. Incluso, se detectó que hay quienes visitan hasta cinco tiendas en la misma demarcación para robar”, asegura el presidente del organismo.

Las fechas en que más ocurren los robos son la temporada de Navidad, Día de Reyes y 10 de mayo, sobre todo de artículos que se pueden guardar fácilmente en la ropa o bolsas.

Explicó que 15% de los robos se cometen por impulso, sin ninguna planificación. Otro 15% lo hace como si fuera un reto, otros son criminales profesionales, bandas organizadas y otras personas tienen problemas de salud.

Las cifras siguen al alza, y tan solo en el primer trimestre de 2019 los robos aumentaron 10%, dice el presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, Vicente Yáñez.

“Hay un incremento marginal, siguen robando; es robo organizado porque se llevan las pilas y desodorantes para venderlos en el tianguis, no es robo para llevarlo a casa”, dice.

Desgraciadamente tienen un canal de distribución en la economía informal y el consumidor cree que ahorra dinero, pero no: está alimentando a delincuentes, lamenta.

Para Yáñez, la gente debe tomar conciencia de que una mercancía que cuesta la mitad de precio al que se consigue en una tienda, seguramente es robada.

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