El 8 de marzo, el presidente estadounidense Donald Trump emitió la Orden Ejecutiva que confirma la imposición de aranceles de 25% al acero y 10% al aluminio en exportaciones de estas industrias hacia Estados Unidos. Adicionalmente, confirmó que México y Canadá quedan exentos de manera indefinida de estos aranceles, a reserva del rumbo que lleven las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Bajo el argumento de considerar a este sector como de “seguridad nacional”, el presidente de Estados Unidos realizó esta imposición arancelaria de manera unilateral bajo el amparo del marco legal de su país, independientemente de los convenios contraídos con la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Recordemos que hace semanas EU impuso aranceles a paneles solares y refrigeradores; no obstante, es la primera vez en tres décadas que un mandatario de EU invoca el argumento de la seguridad nacional para imponer barreras comerciales de manera unilateral.

Con esta decisión, nuestro vecino el norte emite señales que apuntan hacia un neoproteccionismo económico, como parte de su promesa de campaña de renegociación de tratados comerciales que el presidente Trump considera injustos.

Estos nuevos aranceles, a pesar de no afectar directamente a México, representan riesgos para el comercio mundial y para el país.

La posibilidad de una guerra comercial podría desencadenar la aplicación de aranceles a productos importados desde EU —motocicletas, queso, mantequilla de maní, etcétera—, y mediante una política de aranceles espejo, generar un aumento en los precios que sería transferido a los consumidores finales.

Este escenario, de generalizarse a mercancías de mayor consumo intermedio industrial y por tiempo prolongado, podría contraer la demanda interna en EU y potencialmente afectar el desempeño de nuestras exportaciones a ese país.

Adicionalmente, el aumento de precios en el acero y el aluminio puede impactar en el encadenamiento productivo de sectores estratégicos —automotriz, aeroespacial, electrónico, bienes de capital y construcción— y, mediante el alza en costos, mermar la competitividad regional.

En el ámbito geopolítico, el riesgo para México se enfoca en un ambiente negativo de cara a la renegociación del TLCAN. Este escenario de neoproteccionismo discrecional se lleva a cabo de manera paralela a la negociación de las reglas de origen del sector automotriz, en donde EU propone incrementar de 62.5% a 85% el contenido regional, con una participación de 50% de la producción del sector en ese país.

La industria automotriz mexicana se ha pronunciado en contra de esta propuesta por considerarla desfavorable para los productores nacionales, así como para la competitividad regional.

En este sentido, la Secretaría de Economía afirmó que la exención de aranceles no representará una presión política que condicione las negociaciones del TLCAN, del cual apenas se han cerrado 20% de los capítulos que lo conforman.

Ante un contexto en el que México suscribió tantos tratados comerciales, o sea que México cuenta con muchas carreteras, pero poco tránsito y con la necesidad de generar oferta exportable para otros países más allá de nuestro vecino del norte, es crucial plantear una estrategia que diversifique nuestra política comercial ante tendencias neoproteccionistas.

La firma del CPTPP entre México y otras 10 naciones que representan 13.5% de la producción mundial, es un esfuerzo en este sentido; sin embargo, no se puede iniciar esta fase sin garantizar condiciones solidas de competitividad para los productores nacionales.

Con su entrada en vigor, existe preocupación en la industria nacional por el acceso de productos textiles, eléctricos, electrónicos y de calzado desde Vietnam, uno de los países signatarios de dicho tratado. Por ello, previo a ser ratificado por el Senado, sería recomendable llevar a cabo una revisión y recibir retroalimentación abierta de los organismos privados de consulta y representación industrial.

Es necesario impulsar una agenda que vincule el dinamismo del mercado interno, las ventajas de los tratados ya suscritos, el análisis de oportunidades y riesgos del sector productivo nacional, y el monitoreo de retos a futuro.

No se debe soslayar que la tendencia de la presente administración en Estados Unidos ha sido la de cumplir las propuestas de campaña. Finalmente, México debe impulsar una estrategia de apertura comercial que beneficie la economía doméstica de manera contundente. Tengamos conciencia que, mientras el mundo gira hacia el neoproteccionismo, México sigue con una apertura indiscriminada, ¡cuidado!

Vicepresidente de Consultores Internacionales.

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