A veces es necesario repasar nuestro pasado para encontrar datos que nos ayuden a entender el presente. Por ejemplo, comprender que mi búsqueda de aprobación de los demás se debe a la falta de reconocimiento por parte de mi padre me lleva a resolver ese asunto con la imagen de mi padre. Examinar el pasado también nos sirve para ver cómo hemos resuelto situaciones parecidas a las que vivimos actualmente. Si hace años me enfrenté a una separación y salí adelante, saber de qué habilidades eché mano me puede ayudar a superar una nueva separación.

Éstas son dos buenas razones para volver mentalmente al pasado. En este caso, el pensamiento está orientado a la solución de problemas. Pero hay otras ocasiones en las que repasamos compulsivamente el pasado, revisamos lo ocurrido en un intento de descubrir por qué sucedió o cuál es su significado. Hacer esto es inútil.

A veces no hay una explicación clara y racional para lo que nos sucede

Demasiados por qués no hacen del pensamiento algo productivo: ” “¿Por qué yo no tengo una pareja como los demás?”. Así entramos en un círculo vicioso que no contribuye a que salgamos de la situación. Estamos convencidos de esto: “Pensar una y otra vez en lo que sucedido hará que las cosas cambien”.

Cavilar sobre algo que ya ocurrió (rumiar) no nos ayuda a solucionar la dificultad. El pensamiento orientado a la solución de problemas está centrado en el presente, en lo que podemos hacer hoy para estar bien. A veces, lo mejor es aceptar las cosas tal como son.

Oponernos a lo que es sólo añade sufrimiento a lo que ya de por sí es difícil de enfrentar

Otras veces, buscar ayuda y escuchar a otros con una mente abierta es de utilidad. Sucede que tan solo escucharnos al explicar el problema nos da cierta luz y nos acerca a la solución.

Los pensamientos auto-críticos pueden convertirse en el foco de nuestra atención. Al pensar o decirnos constantemente “soy incapaz de lograr mis propósitos”, “soy tonto por creer en las personas” o “soy poco digno de una pareja”, dañamos nuestra autoestima. Utilizar el pensamiento de esta forma nos hace sentir peor, nos da una visión distorsionada y pesimista de la vida. Además, nos bloquea a la acción.

La capacidad para anticipar y planificar nos permite tener una idea de cómo podrían ser las cosas en el futuro próximo. Vislumbrar diferentes escenarios nos ayuda a elegir el camino a tomar y estar conscientes de los posibles resultados de nuestras acciones. Hacer esto nos puede dar una sensación de progreso. Sobre todo, si nuestro pensamiento está orientado a una meta y a los pasos lógicos para llegar a ésta. Sin embargo, a veces abusamos de la capacidad de anticipar. Enonces caemos en la preocupación innecesaria, el repaso compulsivo de lo que podría suceder, la rumiación.

Es común que los escenarios pronosticados sean negativos

Así es como nos provocamos ansiedad o prolongamos un estado de ánimo negativo. Rumiar afecta nuestro bienestar mental y emocional: intensifica la angustia; favorece la depresión o la extiende; provoca y aumenta el estrés, haciéndonos vulnerables a enfermedades cardiovasculares, alcoholismo y trastornos alimentarios.

Utiliza las siguientes estrategias para dejar de rumiar:

  1. Rumiar es una actividad en la que predominan las funciones del hemisferio cerebral izquierdo: lógico y verbal. Para contrarrestar la rumiación, activa el hemisferio cerebral derecho por medio de la actividad física por unos minutos, como caminar, trotar, respirar de forma meditativa, dibujar, pintar o escuchar música. Esto te ayudará a encontrar soluciones a los problemas desde una nueva perspectiva.

  2. Seguramente tus amigos, familiares, incluso algunos terapeutas, te han sugerido: “no pienses en eso”. Cuando haces un esfuerzo por no pensar en algo, resulta que no puedes apartar el tema de tu pensamiento. Por lo tanto, es una medida contraproducente.

  3. Distráete haciendo algo disfrutable o energetizante. Que sea algo placentero es más importante que la cantidad de tiempo que le dedicas. Dale un descanso a tu mente. ¿Qué pasaría si dejaras de preocuparte por unos momentos? ¿Sería el fin del mundo? ¿Ocurriría una catástrofe? ¿Se caería el cielo?

  4. Practica la Atención Plena (Mindfulness), que consiste en enfocarte en tu respiración mientras eres consciente de las imágenes e ideas que aparecen en tu mente. No se trata de suprimir los pensamientos, sino de estar más consciente de ellos, dejarlos ser. Sólo obsérvalos y cada vez que venga una idea catastrófica o estés repasando un evento pasado que no te sea de utilidad en este momento, di “Gracias, mente”. Se trata de dar la bienvenida a los pensamientos, justo lo contrario a lo que en general se recomienda: “No pienses”. Al observar y aceptar los pensamientos sin juzgarlos, descubres cómo cambia tu estado de ánimo. Te sientes más tranquilo y confiado.

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