La vida actual nos ha llevado a convencernos de la necesidad de llenar con alguna actividad todos y cada uno de los minutos de todos los días de nuestra vida. Estamos obsesionados con la actividad, a veces estamos demasiado ocupados para vivir. Sufrimos de “ocupaditis” crónica y algunos incluso trabajan hasta morir, como en los casos de las víctimas de , la palabra japonesa para “muerte por exceso de trabajo”.

Ya en 1932, el filósofo Bertrand Russell, en su ensayo , nos advertía: “la creencia en la virtud del trabajo está provocando un gran daño en el mundo entero… el camino a la felicidad y la prosperidad reside en una disminución organizada del trabajo”.

Estamos acostumbrados al bombardeo de estímulos, tenemos a nuestro cerebro trabajando a marchas forzadas: mensajes de correo electrónico, llamadas telefónicas, mensajes de texto, actualizaciones de aplicaciones, encargos, manejar el auto, sacar los pendientes, hablar con el jefe. Le damos poco reposo al órgano encargado de ejercer un control centralizado sobre los demás órganos del cuerpo.

Del mismo modo en que nuestros músculos necesitan reposo después de ejercitarse, el cerebro requiere descanso tras el esfuerzo realizado en el trabajo para recuperarse adecuadamente y para funcionar de manera productiva y creativa.

Cuando la actividad vertiginosa es la regla, queda poco tiempo para el ocio y para ser creativos

Cuando estamos en reposo, en nuestro cerebro se activa un mecanismo mediante el cual se combinan conocimientos y recuerdos. Cuando esto sucede, surgen ideas y conceptos nuevos, hacemos asociaciones interesantes, aclaramos lo que parecía incomprensible, encontramos soluciones ingeniosas, ideamos pensamientos creativos.

En nuestro cerebro, algunos grupos de neuronas destellan con mayor intensidad cuando estamos serenos y en calma. Hay una gran inyección de glucosa y sangre que alimenta con oxígeno a estos grupos de neuronas. A esta red neuronal se le llama y se activa cuando no estamos haciendo nada, cuando dejamos que nuestra mente vague; cuando soñamos despiertos; cuando estamos en un café, simplemente mirando a la gente pasar; cuando contemplamos un día lluvioso a través de la ventana; cuando nos perdemos en la música que estamos escuchando; cuando nos entregamos a la reflexión de nuestra situación actual, pasada y futura.

Quienes se permiten acallar la mente, tienden a ser más creativos, a tener un mayor conocimiento de sí mismos y a gozar de mejor salud mental en general. Estos son los descubrimientos realizados por Andrew J. Smart, investigador de la Universidad de Nueva York y autor de .

El cerebro sigue trabajando, pero de otra forma cuando nos entregamos al ocio.

¿Has notado que después de haber estado trabajando en una idea, tratando de encontrar una solución o una idea creativa, repentinamente surge la respuesta una vez que le permitiste a tu mente reposar, no hacer nada? Este es un momento Eureka, un instante altamente creativo que no sólo los inventores, escritores y artistas experimentan y aprovechan. Todos nos podemos beneficiar del potencial creativo del cerebro al permitirnos disfrutar de periodos, preferentemente largos, de ocio.

Cuando estamos en estado contemplativo, sin hacer nada en particular, algunas ideas que se encuentran enterradas en el inconsciente encuentran la oportunidad para surgir a la conciencia. Entramos en un estado de este tipo, por ejemplo, en la terapia psicológica, en la que surgen ideas nuevas, entendimiento repentino, asociaciones de eventos presentes y pasados, soluciones creativas a nuestros problemas. Sucede así porque nos tomamos el tiempo para reflexionar en un espacio armónico en el que contactamos con sensaciones, emociones y pensamientos. Es una forma de introspección que favorece los descubrimientos acerca de nosotros mismos y de los demás.

Hay muchas formas de darle cabida al ocio en tu vida.

Aquí hay algunas sugerencias para tener una mejor salud mental y emocional a través de la inclusión del ocio en la vida diaria. Encontrarás otras ideas para lograr el equilibrio entre trabajo y ocio en mi libro .

  1. Toma una siesta después de estudiar información nueva. Esto te ayuda a retener la información, a ordenarla y asociarla con otros datos almacenados en la memoria.
  2. Apoya los pies sobre la mesa, adopta una postura cómoda y relajada, recuéstate, pero sobre todo, abandona cualquier actividad “productiva”.
  3. Contempla una obra de arte, escucha tu música favorita sólo por el placer derivado de los sonidos o déjate llevar por lo que espontáneamente se te ocurra dibujar en algún papel.
  4. Defiende tu derecho a no hacer nada de vez en cuando. Recuerda que la inactividad también contribuye a la buena vida.
  5. Siéntate con los ojos cerrados y escucha todos los sonidos que alcanzas a percibir. Probablemente, después de hacerlo, tendrás una mente más clara y veas las cosas bajo una luz diferente.
  6. Contagia a tus hijos con la idea de que está bien detenerse, no hacer nada, simplemente ser niños, sin tener que cumplir con obligaciones que ocupan todo su tiempo. Ayúdalos a no sentirse incómodos, inquietos o desesperados cuando están ociosos y a desarrollar la capacidad para reflexionar. Para hacerlo, tú como padre o madre debes servir de modelo e integrar el ocio a tu vida diaria.

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