El otro día , que sea un requisito indispensable para verme “seria” o “profesional” y que no digan “Ash, o sea, ¡qué fodonga!”. Además, odio no ser lo suficientemente valiente como para salir con mi cara así-como-es, con las manchas rojas, la grasita, el barro fosforescente y los ojos papujos. Creo que primero voy a lograr la que la cara de “así como me levanté”.

Lo que no dije es que, al mismo tiempo, me encanta y me divierte pintarrajearme la cara, cuando tengo tiempo para disfrutarlo y no me siento comprometida a hacerlo. Me causa una alegría indescriptible lograr delinearme el párpado superior, así de gatito, sin que se me manche el ojo o me queden los trazos todos chuecos (el 80% de las veces fracaso miserablemente). Y también me frustra vivir en una sociedad ultraconservadora que me ve feo cada vez que me pongo mi labial azul.

Tengo este, me encanta y lo compré .

Adoro esa parte desmadrosa del maquillaje. La que no se trata de embutirte dentro del patrón de belleza de huevísima tipo Televisa, sino de encontrar tu propio estilo. La que incomoda a quienes usan como insulto “¡Es que nada más quieres llamar la atención!”, porque cómo puede ser, qué escándalooooooo, si las mujeres deben mantener un perfil bajo, ¿qué es eso de andarse pintando como putas o como inadaptadas? O peor: COMO PUTAS INADAPTADAS DE LOS OCHENTA.

PINCHE BIEJA LOKA KE HORROR KE SE COMPORTE ASI NUNK SE VA A CASAR

Y aunque me parece chingón hacer una declaración de principios con mi maquillaje “locochón” o la ausencia total del mismo, a veces también disfruto echarme tantito polvo y sombras discretas y labial rosita y qué y qué y qué.

Aquí la paradoja es que, como mujer blanca, urbana, clasemediera y privilegiada, aunque sienta la presión de tener que “arreglarme” para salir a la calle, la verdad es que a estas alturas de la vida tengo cierta libertad de elegir cualquier opción en cuanto a la imagen de mi carota. En cambio los hombres no, y menos los heterosexuales que basan gran parte de su identidad en su buguismo-de-chamarra-pachona-de-la-NFL. Sí, los güeyes tienen la comodidad de que nadie les exige “embellecerse”, ¿pero y si quisieran? NO WEY CÓMO VOY A QUERER VAN A DECIR QUE SOY PUTO. O sea: qué conveniente sería para el adolescente acomplejado poder echarse tantito corrector sobre el enorme barro que le salió en la punta de la nariz. Qué reconfortante para el que sufre de cutis grasoso resolver el problema con polvo traslúcido. Qué chido marcar los pómulos con el contouring de Kim Kardashan, pintarse los labios de mil colores y ponerse brillitos si se les da la gana.

Y qué hermoso sería el mundo si más hombres usaran guyliner así “del diario” <3 <3 <3

AUXULIO SE ME METIÓ UN CACHO DE DELINEADOR AL OJO.

Pero, como dicen en la península de Yucatán, NO SE PUEDEM.

En ese sentido, los más afortunados son los metaleros. Los que se dedican a otras profesiones, ni modo, de carita lavada.

Panditas, jijojó.

Pinches reglas de género megapendejas, nos joden a todes y no nos dejan ser. Espero que los minimillenials estén haciendo mejor las cosas en sus secundarias y prepas. Muchaches: en ustedes está el futuro del mundo, de la humanidad, del maquillaje. No la caguen.

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Hablando de delineador, ¿qué tal salen los “moldes” para pintarte la rayita del párpado superior? ¿Sí funcionan?

Hay que hacer un club de “Personas que no dan una para el maquillaje”. Es en serio. Comemos pizza, bebemos cerveza, nos ponemos rímel y luego lloramos porque no nos quedó bien.

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