Ubicadas al Sur del subcontinente Indio, Maldivas son un país insular, mejor conocidas por sus playas paradisiacas con bungalows sobre un mar saturado de peces, donde los resorts son la normalidad en las casi 2000 islas que componen el país. Todo es lujo, paz, sol y una vida feliz y sonriente.

Sin embargo, no todo es felicidad para quienes habitan en este país. Male, la capital, alberga a poco más de 100,000 habitantes en un área de menos de 2 kilómetros cuadrados… En Male se amontonan más de 53,000 personas por cada kilómetro cuadrado. El inusitado crecimiento poblacional en la isla ha generado por varios años problemas ambientales cuya gravedad e impacto deberían preocuparnos a todos.

Uno de los más graves es el de la basura. Thilafushi, la isla artificial creada para servir de vertedero de desechos primero de la ciudad de Male y hoy por hoy de todas las islas y resorts es un desastre ambiental de grandes dimensiones, especialmente porque los desechos no reciben ningún tipo de separación o tratamiento antes de ser llevados ahí. Tilafushi es conocida como la “isla basura” y hace honor a su nombre.

Montañas de basura y plástico se acumulan día con día (se calcula que Thilafushi recibe unas 330 toneladas de basura al día) para mantenerse ahí por años o bien para ser incineradas con todo lo que contienen y con las consecuencias que pueden imaginar y con el crecimiento imparable de esta isla de basura.

Un sólo turista genera aproximadamente 3.5 kilogramos de basura por día, más del doble de lo que genera un habitante de Male  y 5 veces más que la que genera un habitante de cualquier otra parte de Maldivas.

No existen en Thilafushi plantas de tratamiento ni de reciclaje y a todos los desechos anteriores en los últimos años se han sumado miles de teléfonos celulares, baterías y residuos electrónicos altamente contaminantes que tampoco reciben ningún tipo de confinamiento ni tratamiento especial.

Entre las montañas y montañas de basura que hay aquí pueden encontrarse desde toneladas de plásticos, asbesto, baterías y otros desechos tóxicos que se encuentran no sólo al aire libre sino en contacto directo con el mar y los arrecifes de coral y por supuesto con la vida marina, lo que también pone en riesgo a la persona al contaminar la cadena alimenticia.

Male y Thilafushi son la muestra de lo que la sobrepoblación en gran escala provoca en el ambiente y lo que la falta de políticas públicas enfocadas a proteger el medio ambiente pueden acarrear.

Cada día cientos de trabajadores, la mayoría expatriados y mal pagados, se las arreglan para separar todo aquello que puede ser vendido y para quemar o acumular todo lo demás. Trabajan sin ningún equipo de seguridad, expuestos a vapores de químicos peligrosos, metales contaminantes y con una paga infame.

El excesivo uso de los plásticos y el pésimo manejo que seguimos haciendo de los residuos amenaza, cada vez más de cerca, los océanos y la vida que hay en ellos. Tilafushi con sus interminables montañas de basura y Male con la insostenible sobrepoblación son dos imágenes que deberían trascender al imaginario colectivo, porque son la clara muestra de lo que será nuestro próximo Apocalipsis.

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