El 27 de julio de 1969 se publicó en la sección deportiva de El Universal esta columna, firmada por Sánchez Noya . (En efecto, Rodolfo ha colaborado con este periódico desde hace mucho tiempo.) Hoy la reproducimos porque el homenaje que en ella hace a uno de los grandes pilotos en la historia de México es único.

Hablar de Moisés Solana es referirse a un piloto fuera de serie, que implantó records en la República Mexicana. Además de su excelente carrera profesional como pelotari, el automovilismo formó parte de la estructura de su vida, desde muy pequeño, cuando debutó en un automovilito que le fabricó su padre José Antonio Solana, en lo que hoy ocupa la Unidad Habitacional Benito Juárez.

Pasó por diferentes autódromos de México, así como en ciertos tramos carreteros (secciones de la México-Puebla, la México-Cuernavaca, la México-Toluca, Valle de Bravo, Bosencheve...) Allí quedaron numerosos testigos del paso raudo y veloz de los diferentes automóviles que tripulaba, ya sea Corvette, Mustang, Jaguar, Renault, D.K.W. o bien los fantásticos automóviles Lotus Fórmula Jr., Lola o McLaren. Y no debemos descartar su paso por la F1 con Lotus; lamentablemente no se pudo concretar el trato con Ferrari, cuando fue llamado a integrarse a esta escudería.

Moisés fue un piloto nacido para conducir las máquinas más veloces a los ritmos más exigentes; nunca lució como un piloto inseguro, al contrario, era totalmente firme en su deseo de obtener la bandera a cuadros blancos y negros y sostenerla en la mano como signo de campeón.

Aquella curva en Valle de Bravo. El recuerdo es intensísimo: estamos en la competencia de Valle de Bravo-Bosencheve, celebrada el 27 de julio de 1969. Hablamos con él. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de competir con un Renault, así que fuimos los primeros en salir. Moisés tuvo el detalle enorme de acercarse al auto y me recomendó que tuviera mucho cuidado en una curva donde se podía observar un pino hermoso, que contrastaba con el cielo. Me dijo que al tomar esa curva hacia la izquierda lo hiciera a baja velocidad, para no despistarme.

Más tarde, cuando esperábamos el final de la competencia, platicaba con José Antonio Solana, padre de Moisés. De repente, uno de los hermanos Bárcenas nos informó que Moisés Solana había sufrido un accidente. La alarma se encendió. Salimos todos de inmediato con la esperanza de verlo con vida, pero al llegar al lugar conocido como la curva del “teléfono”, vimos con espanto en una humareda con llamas los restos del otrora orgulloso McLaren y en su interior el cuerpo ya sin vida. Adiós, Moisés Solana.

No lo podíamos creer ni aceptar, pero en el momento en que nos retirábamos del sitio con la angustia de haber perdido a un gran amigo y entusiasta piloto, conduje mi auto y observé algo que me dejó muy impresionado, al final de la recta estaba el pino que señaló Moisés, para que tuviera precaución. “Cosas del destino”, pensé para mis adentros. Por lo anterior, quiero recordarlo con la alegría de cuando lo conocí, con esta frase: “Al maestro, con cariño”.

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