Aunque sea campeón mundial de la F-1, Fernando participará como novato en Indianápolis. Según el reglamento, ahí rodará en el óvalo dos y media millas; es decir,  poco mas de  cuatro kilómetros.

El piloto mexicano, Mario Domínguez, me contó que en Indianápolis  todos los novatos, sin excepción (rookies), tienen que tomar un curso de orientación en tres diferentes pruebas. Primero, tienen que dar tres vueltas; la primera a 205 millas por hora (328 kph), la segunda a 207 mph (332 kph) y la tercera a 208 mph (336 kph). La velocidad la ordenan los jueces y  no debe de ser ni más ni menos para todos los novatos. Además, les colocan tres cintas pegadas en la parte trasera de la carrocería, mismas que se van desprendiendo una por una, según su desempeño. Ya les platicaré lo que opinan los pilotos mexicanos que han participado en las 500 millas de Indianápolis, como Josele  Garza, quien fue puntero por más de 20 vueltas; Bernardo Jourdain,  quien tuvo un accidente muy fuerte al chocar contra una barrera en la entrada a pits; Carlos Guerrero, Michel Jourdain Jr. y Héctor Alonso Rebaque.

Entre los grandes campeones que ganaron en Indianápolis están Jim Clark, Graham Hill y Emerson Fittipaldi, a quienes tuve la oportunidad de ver. También, estuve con nuestro piloto mexicano Pedro Rodríguez, quien asistió a este famoso óvalo pero no pudo arrancar. Tuvo un accidente en las calificaciones manejando un auto denominado MG Liquid-Suspension, el cual, Pedro me comentó, no tenía buen “agarre” y por eso, se fue directo contra el muro que nunca perdona al que lo toca.

Grandes historias se han vivido en esta famosa carrera que arrancó en 1911 y solo fue suspendida durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, les cuento que el domingo se corre la segunda carrera de la Nascar Peak en el pequeño óvalo de San Luis Potosí. En la carrera anterior, en Monterrey, ganó Rubén Rovelo.
¡Cómo han pasado los años!  Estando en la sala de prensa de Indianápolis, hace ya muchos años, me encontré al piloto de origen mexicano Otto Becket Estrada, quien corrió mucho tiempo en México en la época de los hermanos Rodríguez. Él me pidió ayuda para que lo dejaran entrenar con su auto Lola equipado con motor Chevrolet, pero no participó por no reunir los requisitos de peso y medidas del auto. Los reglamentos del deporte motor son muy rigurosos y no se pudo hacer nada. Otto me mostró su coche comentándome que  lo armó en Los Ángeles, California y lo trajo remolcando. Finalmente, muy decepcionado, me confesó que se regresaba sin haber rodado una sola vuelta. Desde entonces, no he vuelto a saber nada de él.

Recuerden: ¡hagan de su automóvil un deporte, no un peligro!

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