La corrupción en México ha sido uno de los principales malestares que aqueja no sólo al Estado sino a la sociedad en su conjunto. Ha pasado a ser un problema que no extraña, a un símbolo identitario en la vida cotidiana de nuestro país.

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Se dice que existe corrupción cuando una persona, ilícitamente, pone sus intereses personales por sobre los de las personas y los ideales que está comprometido a servir. Se presenta en muchas formas y puede variar desde lo trivial hasta lo monumental, donde se suele involucrar el uso indebido de los instrumentos de política –aranceles y crédito, sistemas de irrigación y políticas de vivienda, cumplimiento de las leyes y reglamentaciones concernientes a la seguridad pública, observancia de los contratos y cancelación de préstamos– o de simples procedimientos.

Aquí algunos datos de cómo la corrupción ha posicionado a México en lugares poco honorables ante el mundo y lo que es aún peor, cómo ésta ha permeado en la vida de las instituciones mexicanas, socavando su credibilidad y repercutiendo en todos los ámbitos de la vida de los mexicanos.

  1. En el 2014 México obtuvo una calificación de 35 puntos de 100 posibles y el lugar número 103 de 175 países según Transparencia Internacional.[2]
  2. Una búsqueda en Infolatina enseña que en 1996 la prensa mencionó la palabra corrupción en 502 notas. Para 2014 el número de menciones había crecido a 29,505. O sea, se pasó de 1.4 menciones por día a 81 o sea, un crecimiento de 5,777%.[3]
  3. Dentro del ranking mundial del Índice de Percepción de la Corrupción, mientras que la mayoría de los países latinoamericanos similares subieron lugares en el ranking al ser percibidos como menos corruptos, México no sólo retrocedió, sino que cayó drásticamente al pasar del lugar 72 al 103 en 6 años.[4]
  4. Entre los 34 países que forman la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México tiene la peor calificación en el Índice de Percepción de la Corrupción 2014, el cual es elaborado por la organización Transparencia Internacional para medir las percepciones sobre el grado de corrupción que existe en el sector público en más de 170 países.
  5. De acuerdo con el Barómetro Global de la Corrupción 2013 de Transparencia Internacional, el 88% de los mexicanos pensamos que la corrupción es un problema frecuente o muy frecuente, y la mitad de la población considera que la corrupción ha aumentado mucho en los últimos dos años.
  6. A pesar del creciente problema, según la Encuesta Nacional de Impacto y Calidad Gubernamental del INEGI los mexicanos nos sentimos honestos. La percepción de corrupción en nuestro círculo más próximo es bajo, lo que nos habla de que creemos que pertenece sólo al ámbito de burocrático y en los altos niveles políticos del país. Así, 43% de los mexicanos cree que sus familiares nunca son corruptos, 38% cree que sus vecinos nunca son corruptos y 20% cree que sus compañeros de trabajo nunca son corruptos. Contradictoriamente a estos datos, en 2013 (INEGI) se registraron más de 4 millones de actos de corrupción a pequeña escala o en elementos más cotidianos.
  7. Según la  reciente investigación del IMCO México: Anatomía de la corrupción, sólo el 2% de los delitos de corrupción son castigados, aunque sólo a los actos cometidos por mandos inferiores. De las 444 denuncias presentadas por la Auditoría Superior de la Federación desde 1998 hasta 2012, sólo 7 fueron consignadas, es decir, 1.5%. Lo cual nos habla del alto índice de impunidad en el territorio, lo cual abana a que el problema diste mucho de resolverse.

A pesar de que se piensa que los mexicanos estamos familiarizados con la corrupción y que en el discurso popular, hay una consigna de castigar a los corruptos, llama la atención el desconocimiento que tenemos sobre el tema, sobre la cuestión de que no se trata de un delito, o por lo menos nuestro Código Penal no lo contempla así. Sin embargo puede encontrarse su esencia en algunos otros delitos contemplados, como el peculado o la extorsión o la suma de varios delitos cometidos por servidores públicos; claro, también se prevén algunas agravantes.

Un ejemplo de ello es el espíritu del Capítulo III Bis en el artículo 390 que habla de extorsión: “Al que sin derecho obligue a otro a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo, obteniendo un lucro para sí o para otro o causando a alguien un perjuicio patrimonial (…) Las penas se aumentarán hasta un tanto más si el constreñimiento se realiza por una asociación delictuoso, o por servidor público o ex-servidor público, o por miembro o ex-miembro de alguna corporación policial o de las Fuerzas Armadas Mexicanas (...)".

Sin duda hay una serie de interrogantes por resolver, ¿se debería tipificar cómo tal la corrupción en nuestro código penal?, ¿es necesaria la creación de una fiscalía anticorrupción?, ¿bastará dicha fiscalía para remediar el problema?, ¿la corrupción es un mal cultural o de condición humana?

¿Ustedes que opinan?

Klitgaard, Robert, Controlando la corrupción. Una indagación práctica para el gran problema social de fin de siglo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1994, p. 11.

Transparencia Internacional, Corruption Perception Index Brochure, 2014, p.3.

Amparo Casar, María, México: Anatomía de la Corrupción, CIDE 2015, México D.F.  p. 5.

Ibídem., p. 14.

Vania Pérez Morales

Investigadora del Observatorio Nacional Ciudadano

@vaniadelbien @ObsNalCiudadano

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