¿Si el cuexcomate hablara? dijo con nostalgia don Félix, al referirse a aquella construcción tlahuica, que atraía la atención de los visitantes cuando el hombre invitaba a pasar al patio de la casa.

Parado justo frente aquella edificación hecha a base de tierra y de pasto seco, cubierta de varas entrelazadas con morrillos, zacate tejido y en la punta una olla de barro, con una ventana que simula una gran boca en la parte superior de la construcción; Félix nuevamente suspiró, este cuexcomate ya existía antes de que naciera mi papá, así es que usted dirá sino ha visto de todo al correr de los años.

En realidad aquella construcción voluminosa es una troje o almacén prehispánico, que conserva el maíz desgranado durante algunos meses, en la parte inferior tiene un dispensador que se taponea con unos olotes del propio maíz; pero como el almacén es sagrado pues se le respeta, por dentro es fresco, pero bien fresco, por eso se conservan bien las semillas.

Mi abuelo, continuó, Don Félix, tenía la costumbre de acostarse pecho a tierra y pegar bien, pero bien fuerte la oreja a la tierra, quesque para escuchar a los caballos que se aproximaban a la ranchería, porque este pueblo de Tecajec antes, no hace mucho, sólo era una pequeña ranchería de Yecapixtla, aunque no entendemos por qué, pos estamos más cercas de Temoac, si hubiera un puente llegaríamos rapidito en menos de 20 minutos andando, hora hacemos 40 caminado, pero si nos fuéramos andando hasta Yecapixtla eso si nos agarra lejos.

Como le decía, el abuelo escuchaba el trotar de los caballos que venían recio, eran los revolucionarios, pidiéndole a los campesinos que se sumaran al movimiento, que lucharan contra los hacendados, quesque nos habían quitado la tierra que era de nosotros por derecho; pero mi abuela y las mujeres se asustaban harto cuando oían que se acercaban los alzados, así es que corrían hasta el cuexcomate ponían una escalera de madera que mi abuelo escondía, después de que las mujeres jóvenes se subían para ser zampadas y según decían protegidas por la construcción; ahí permanecían horas y horas, hasta que se iban los alzados.

Imagínese usted la corredera y la angustia, por la que pasaban pos ya ve se decía tantas cosas de los revolucionarios, que, si se robaban a las chamacas, que a su paso agarraban las pocas gallinas que se tenían y como si eso fuera poco le quitaban el tapón de olotes al cuexcomate para llevarse algunos cuartillos de maíz.

Adentro las mujeres escondidas, permanecían en silencio para no ser descubiertas, continuó el relato del artesano, pero la cosa se ponía complicada cuando el nivel del maíz bajaba, entonces unas a otras se tapaban la boca para no delatarse, a Dios gracias nunca se las llevaron.

Tons, señorita, imagínese nomás todas las historias que nos puede contar el cuexcomate, si mi abuelo vivió hasta los 105 años y mi papá por ahí anda, y este amigo ha estado ahí, viendo cómo cambia la cosa, como se van unos y nos quedamos otros.

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