Durante la reciente 29 reunión de embajadores y cónsules mexicanos se resaltó la gran complejidad de los asuntos internacionales en este nuevo año. Como el presidente Enrique Peña Nieto y el canciller Luis Videgaray se encontraban entre diplomáticos, con moderación diplomática señalaron que el panorama es incierto e inquietante. Por su parte, el amigo Ángel Gurría, actual secretario general de la OCDE, también muy diplomáticamente, precisó que las cosas están “enredadas.” Lo anterior, dicho en términos lisos y llanos, significa que las perspectivas son amenazantes y peliagudas.

Son muchas las cuestiones que conforman esa problemática situación, pero para México destacan dos: la disruptiva conducta del improvisado presidente de EU que está minando la gobernanza global, y las implicaciones externas de nuestras próximas elecciones. Amén de todo lo que hemos padecido en lo tocante al primero, como Trump reiteró el absurdo de construir el muro fronterizo, sigue atacando al TLCAN, y lanzó la procaz ofensa racista del “shithole countries”, no se espera ningún cambio de actitud, salvo que desaloje la Casa Blanca. Respecto a lo segundo, en vista de que nuestros comicios están siendo polarizados, conflictivos, plagados de guerra sucia, de acusaciones de futuro fraude, de manipulación por actores nacionales y extranjeros, etcétera, su resultado incidirá en la imagen externa del país, en mayores o menores inversiones y posibilidades de progreso económico. Ambas cuestiones están tan interrelacionadas, que alguna nociva acción de Trump —como abandonar el TLCAN— puede influir el resultado electoral.

Frente a lo anterior y con sobrada razón, en la reunión se concluyó que lo que necesitamos no es menos, sino mucha más diplomacia. Al concluir la Guerra Fría y “economizarse” las relaciones internacionales, negociamos el TLCAN y priorizamos la diplomacia económica, descuidando la diplomacia política que hoy día tanto necesitamos. En efecto, las dañinas posiciones de Trump no son económicas, sino políticas e ideológicas. Los problemas externos que se puedan derivar del proceso electoral, igualmente serán políticos. Las consecuencias de ambos pueden ser económicas, financieras o comerciales, pero su origen es político.

Las épocas doradas de nuestra diplomacia se registraron cuando se supo utilizar hábil, inteligente, sensata y patrióticamente nuestra diplomacia política para enfrentar amenazas respecto a las cuales carecíamos de suficiente poder duro, y con ello logramos salir airosos. El mundo está en constante transformación: al finalizar la Guerra Fría la confrontación política e ideológica cedió su lugar a la rivalidad y competencia económica, marginándose lo político y lo social. Hoy día esos dos ámbitos reclaman atención, como lo demuestran los resultados de diversas elecciones o el Brexit, caracterizados por rencorosos votos antisistema. En vista de que ese fenómeno permea la escena internacional, la misma seguirá siendo peliaguda para los intereses nacionales. Para enfrentar la difícil coyuntura de 2018, por fortuna contamos con un experimentado servicio exterior de carrera, cuya labor fue alentada por los encomiosos comentarios sobre su desempeño profesional, su lealtad institucional y compromiso nacionalista, externados por nuestro presidente y nuestro canciller durante la citada reunión.

Internacionalista, embajador
de carrera, académico

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