Los recurrentes ataques, criticas y calumnias contra México de Donald Trump no sólo denotan que no entiende la importancia y peso de nuestras relaciones binacionales, sino que poco le importan. Sólo nos utiliza para la manipulación con fines de política interna… como una punching bag a la que recurre oportunistamente cuando le conviene. Las declaraciones que el autor del libro-bomba Fire and Fury, Michael Wolff, hizo al corresponsal de EL UNIVERSAL en Madrid (20 de febrero), en el sentido de que Trump tiene “un desagrado viceral hacia México”, corroboran una insana e irracional actitud hacia nosotros derivada de su patológico racismo. Al calificar como shithole countries a naciones africanas, caribeñas y centroamericanas evidenció el criterio racista con el que conduce la política exterior.

Dicho libro revela el caos en la Casa Blanca (que se trasmina a todo el gobierno), donde la ignorancia, egocentrismo, arrogancia, incapacidad y falta de liderazgo del presidente propician despiadadas luchas de poder. En la rebatinga de los asuntos externos (que ha nulificado al Departamento de Estado), al inexperto yerno favorito, Jared Kushner, le tocaron los de México, pero a pesar de su influencia sobre el lunático suegro, el pésimo estado de las relaciones bilaterales demuestra su fracaso. Trump ha saboteado el inteligente modus operandi forjado a lo largo de años, incluyendo el encuentro anual de mandatarios. Tras los contraproducentes resultados de la invitación que se le hizo en 2016 cuando era candidato, en enero del año pasado echó abajo la entrevista a realizarse en Washington concertada a través de Kushner, pues en un tuit sentenció que si el presidente Peña Nieto no discutiría el pago del muro fronterizo, era mejor que no fuera. Trump, consciente de que México jamás lo pagará, sólo deseaba que su contraparte “simulara” que lo haría. Con ello el narcisista cumpliría una promesa de campaña sin importarle que fuera una mentira que traicionara a sus seguidores, que cubrirían el costo con sus impuestos, y que empujara a su invitado al suicido político. Según Wolff: como vive en la irrealidad, (¿psicosis, esquizofrenia?) “dirá que México pagó el muro, incluso si no existe.” Nuestro presidente sensatamente canceló el viaje y sólo se volvieron a ver brevemente en Hamburgo, durante la reunión del G20. Recientemente se programó la postergada reunión en Washington para el 27 y 28 del mes en curso, pero, sin mayores explicaciones, discretamente fue cancelada. El icono de la mentira, el engaño y la simulación nuevamente pidió discutir la cuestión del abominable muro

¿Objetivamente conviene a México dicha entrevista presidencial? En su año como gobernante, Trump no cambió, no se apaciguó ni menos maduró a sus 71 años de edad. Su falta de éxitos, baja popularidad y credibilidad, la adquisición de nuevos enemigos, la siempre caótica Casa Blanca (se rumora la renuncia del jefe de gabinete, general Kelly, y del asesor de seguridad nacional, general McMaster), la advertencia de los psiquiatras sobre su desequilibrio emocional, etcétera, pero principalmente las pesquisas del Fiscal Especial que lo acercan cada vez mas al Russiangate, lo hacen ser más volátil, inestable, dañino y peligroso. ¿Debe exponerse al presidente y a los intereses nacionales a un arriesgado encuentro en el que difícilmente puede lograrse algo, pero sí perderse mucho? Lo prudente es esperar a que regrese la cordura a Washington, alejarnos lo más posible del visceral racista antimexicano y no precipitarnos hacia otro duro golpe por estrategias electorales. Tropezar con una piedra es un accidente, pero volver a tropezar con la misma piedra ya es una…

Internacionalista, embajador
de carrera y académico

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