El sport-elegant total es el código que la relojería adoptará este año para seducir a la generación millennials con un nuevo significado. Lo sport y lo elegant ya no significan lo mismo que cuando en 1972 Audemars Piguet rompió los códigos relojeros con un reloj llamado Royal Oak que elevó el estatus del acero al nivel del oro. Aquellos tiempos de crisis petrolera moldearon una clase jet-set permisiva pero que no estaba dispuesta a romper las barreras del estatus social con asuntos de dinero.
En el Salon International de la Haute Horlogerie (SIHH), el evento donde cada año se estrena en Ginebra oficialmente la temporada, las grandes firmas de las horas se replantean la expresión con la intención de seducir a un público más joven y vago con los argumentos tradicionales del lujo. Sport ahora significa precio y elegant valor. El reloj estereotipo de 2017 es un modelo que reacciona a la caída de las ventas de los dos últimos años, que reconsidera sensiblemente su precio sin poner en riesgo la calidad del Swiss Made y con un intencionado espíritu racing. No hay matrimonio más eterno que el del auto y el reloj.
Daniel Riedo, CEO de Jaeger-LeCoultre, habla de estímulos para los consumidores y para la propia marca cuando la más prolífica de las manufacturas suizas presenta una nueva colección Master Control con los aditamentos técnicos acostumbrados y con precios que arrancan alrededor de los 5,000 dólares, algo impensable hasta la fecha. El mismo caso de IWC con su revisitado Da Vinci Automático, un modelo honesto de tres agujas con fechador ahora más orientado a una mujer joven o que se considera como tal. “No es tanto una cuestión de bajar los precios como de acercar nuestro valor a un público más amplio”, dice Riedo. Jaeger-LeCoultre, como Piaget, ahora con un Polo S de acero y caucho aún más accesible que el presentado el pasado año, o los nuevos Panerai por debajo de los 10,000 dólares, son conscientes que este año representa un rubicón generacional donde muchas de las firmas quieren forjar vínculos con quien determinará lo que será considerado lujo indispensable a partir de ahora.

El caso más elocuente es el de Cartier. Su lanzamiento estelar este año es el mítico reloj Panthère de los años 80, una época en que la marca jugó más un rol de festivo trendsetter donde el reloj se consideraba más una joya que daba la hora. Los Panthrère adoptan esta temporada todas las posibilidades con los diferentes oros, diamantes y acero a precios tan sexis que una veinteañera interesada en cuestionarse la eternidad como necesidad puede verlo como una opción inesperada. Montblanc prefiere jugar a un mundo feliz sin edad ni estándares monetarios. Sus TimeWalker pueden acelerar ahora de 2,000 a 200,000 dólares con el alegato de viva la velocidad en rojo y por ser la propietaria de Minerva, una leyenda del cronógrafo deportivo profesional que ahora toma protagonismo. Y Baume & Mercier forma el Clifton Club para caballeros que consideran el deporte más como un estilo de vida que como una competición con modelos muy frescos de tonos preppy que parten de los inimaginables 1,950 dólares. Nada como los tiempos revueltos para agitar los principios.

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