El primer debate presidencial ya tuvo lugar. El tema a tratar fue “Política y gobierno”, con los subtemas: combate a la corrupción e impunidad; seguridad pública y violencia; y democracia, pluralismo y derechos de grupos en situación de vulnerabilidad. Los dos restantes tratarán sobre “México en el mundo” y “Economía y desarrollo”, el 20 de mayo y 12 de junio, respectivamente.

Este ejercicio tiene apenas 24 años desarrollándose en México, pero el formato que le atribuyó el INE en las presentes elecciones puso todas las condiciones para hacerlo un ejercicio de altura, sobre todo por el rol activo de los moderadores, que con sus preguntas fungieron como los inquisidores contra la falta de preparación.

Sin embargo, lamento que en el debate haya sido tan difícil para los candidatos posicionar sus propuestas. Tras haberlo presenciado, para la gran mayoría de los ciudadanos nos es aun complicado señalar cuál es la estrategia de buen gobierno que enarbola y que distingue cada uno de nuestros posibles presidentes. Es cierto, fueron mencionadas, pero hubo tantas distracciones, que lo que más logró imprimirse en nuestro ideario fueron algunas frases de ocasión, errores de pronunciamiento y los constantes ataques a AMLO. Si acaso una propuesta se discute hoy por la sociedad intensamente, es la polémica y aun incomprendida amnistía del mismo López Obrador.

Para escuchar más propuestas en los debates, lo más sencillo a señalar es la necesidad de que los candidatos reciban una sólida capacitación sobre lo que este ejercicio dialéctico implica. Parece obvio, pero también pareciera que, con excepción de Anaya, y parcialmente, de Meade, son los candidatos los últimos en comprender el imperativo de dicha afirmación. No obstante, una alternativa más es la sensibilización y capacitación de la ciudadanía. ¿Cuántos ciudadanos sabemos lo que en un debate debe evaluarse, para considerarlo de calidad? ¿Cuántos estamos interesados en escuchar propuestas, en evaluar qué se quiere hacer y cómo va a efectuarse? Mientras la cantidad siga siendo reducida, la puerta seguirá abierta de par en par al populismo o al voto duro, pero no a la profesionalización de nuestros gobernantes.

El INE realiza año con año un certamen nacional de debate juvenil. Los ganadores se determinan a partir de la evaluación que un grupo de jurados plasman en sus boletas. De la misma manera, este organismo debería poner a disposición ciudadana una papeleta de evaluación, donde podamos ponderar los diversos componentes del desempeño de un debate, pero de manera primordial, lo referente a las propuestas y el procedimiento para materializarlas.

Este instrumento puede ser de diseño sencillo, a manera de rúbrica que incluya el nombre de todos los candidatos, y un espacio para que los ciudadanos podamos responder a las interrogantes: ¿Qué fue lo que propuso? Y ¿Cómo lo va a llevar a cabo?; así, se facilitaría que nos focalicemos en dichos aspectos, y que tengamos una idea más clara de cómo actuará la persona que probablemente nos gobernaría. Además, fomenta la rendición de cuentas, ya que, durante el sexenio, los ciudadanos podremos recordar y fiscalizar el cumplimiento de lo que en campaña se prometió.

Este u otro instrumento de propósito análogo debe ser difundido en los spots, en las escuelas, en los medios de comunicación impresa, y expuesto justo antes de iniciar el debate. Una y otra vez, debe estar presente en la pantalla pública. Exponerlo así no es una mera banalidad; muy por el contrario, es trascendental porque contribuye a plasmarlo en el discurso democrático, y como bien lo aseveraba Michel Foucault: “Quien domina el lenguaje, domina el poder”. En otras palabras, mientras más se hable públicamente de un tema, más tendrá el poder de imprimirse en la mente colectiva. Hablemos, pues, de una democracia exigente, que demande profesionalismo y preparación.

Busquemos caminos para este tipo de alternativas. Así, estaríamos siendo congruentes con la afirmación de que “la democracia la hacemos todos”, que “las responsabilidades se reparten entre gobernantes y gobernados”, y que “los pueblos tienen los gobernantes que merecen”. Formemos pueblos conocedores, para que sus gobernantes sean sabios.

Falta casi un mes para el próximo debate presidencial. Esperemos que, para entonces, el protagonismo se lo lleven las propuestas, y que los ciudadanos nos focalicemos en evaluarlas; que sea lo primero que ansiemos oír. Ya contamos con un formato extraordinario; sigamos perfeccionándolo en aras de que la democracia se perfeccione también.

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