Diariamente su actividad inicia muy temprano. A las seis de la mañana, Gustavo Alanís Ortega está listo para correr en el Bosque de Chapultepec.

Hace 25 años deseaba ser político. Pero viajó a Estados Unidos y “una corazonada” lo llevó a estudiar una maestría en Derecho Internacional con enfoque en medio ambiente.

“Nos interesaba la participación social responsable [en estos temas], no la de un público que no sabe ni qué está pidiendo”, explica el presidente y fundador del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda).

¿Nunca estuvo en Greenpeace?

—No, nunca estuve metido en esas cosas, pero eso tuvo que ver con que yo quería ser político. A través de acciones legales, Cemda frenó autorizaciones para desarrollos hoteleros cerca de la zona arqueológica de Tulum, y también logró que la Suprema Corte haya ordenado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales hacer una consulta pública con la tribu yaqui antes de realizar un resolutivo de impacto ambiental del Acueducto Independencia, en Sonora.

Una de sus características más destacadas es que sus litigios llegan no sólo a la Corte —a la que capacita en el tema—, sino a organismos internacionales.

“Nuestro trabajo es controvertido, hay que reconocerlo. Parte de lo que hacemos es litigio, y llevamos acciones legales en contra de quienes no respetan las leyes ambientales y quienes no respetan la naturaleza. Trátese de quien se trate, y hay intereses muy poderosos, económicos, políticos y sociales. Eso nos pone en una situación de vulnerabilidad: los defensores ambientales han sido amenazados, a algunos los han incluso asesinado. Hay que aprender a moverse en ese contexto”.

¿Qué le parecen los secretarios de Medio Ambiente?

—Hay que entender que no son expertos en el tema. Están ahí porque son gente de confianza del Presidente de la República, de los gobernadores o de los presidentes municipales, pero no porque sean expertos en el tema.

Hay unos que llegan con humildad y voluntad para acercarse y conocer el tema, pero también hay quienes llegan con prepotencia, cierta ignorancia.

¿Y el PVEM?

—Ha sido un partido distante a las ONG y muy cuestionado en las elecciones pasadas.

Hay gente valiosa, pero en términos generales les ha preocupado más el poder por el poder, el dinero por el dinero, y no necesariamente con fuerza los temas ambientales.

Sacan iniciativas para tratar de jalar el voto por el voto de la sociedad, no por realmente estar convencidos de estar haciendo algo por el medio ambiente.

Juguetea con una pequeña bandera de México que adorna su escritorio mientras responde que prefirió una ONG frente a una firma importante de abogados porque tiene la necesidad de apoyar a la gente que no podía pagar despachos de abogados. “¿Quién le ayuda al campesino, al indígena, al vecino?”, dice finalmente.

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