Para todos los que vivimos en la CDMX, pensarla como caótica, puede ser algo cotidiano, situación con la que aprendemos a vivir. Esto sucede porque nuestra mirada parte de las necesidades humanas que debemos cubrir, por ejemplo: la movilidad, la calidad del aire y agua, la seguridad, la cultura, etcétera, sin embargo, la ciudad es un espacio que funciona muy bien a otro tipo de intereses, como los inmobiliarios, los financieros, los comerciales, porque satisface los intereses de la acumulación ampliada de capital.

Al recorrer la historia de nuestra ciudad capital, encontramos los años cuarenta como la época de inicio de la gran concentración de población por una gran migración del campo a la urbe, migrantes internos que tenía la certeza de encontrar trabajo.

La actividad manufacturera se concentró principalmente al norte debido a la ubicación de las vías férreas. La concentración de trabajadores fue en el norte industrial, y el centro, pero por un proceso que los urbanistas llaman gentrificación, salió población pobre del centro a la periferia, formándose lo que Mike Davis (2006) llama zonas urbanas hiperdegradadas.

Las desigualdades espaciales ya existían antes del sismo de 2017, como mencionó Magdalena Galindo en un foro, “ya había miles de damnificados del neoliberalismo”.

Los grandes beneficiados del proyecto urbano fueron las grandes empresas inmobiliarias que de la mano de un gobierno que no ha velado por los intereses de la comunidad, promovieron proyectos de vivienda que generaron importantes ganancias; son estos dos actores, responsables de la tragedia por la que hoy atraviesa nuestra ciudad. Justo ahora que comienza el proceso de reconstrucción, son nuevamente ellos los que quieren reconstruir.

Ya escuchamos en días anteriores la conformación del fideicomiso privado Fuerza México, conformado por representantes del sector privado, como banqueros, con el propósito de canalizar todos los donativos y aportaciones que realicen personas, organismos, organizaciones y empresas desde el interior o exterior de la República Mexicana, lo cual no garantiza un manejo transparente de dicho dinero.

Por su parte el jefe de Gobierno de la CDMX presentó su Plan para la Reconstrucción, Recuperación y Transformación de la Ciudad de México, a través del cual se brindará apoyos de 3 mil pesos mensuales para el pago de renta temporal, el cual no llega ni a un 20% del costo de las rentas en algunas de las zonas afectadas. La población que ha perdido su casa, recibirá como apoyo una deuda, se les dará, dijo Miguel Ángel Mancera “un esquema de hipoteca a largo plazo con condiciones preferentes de tasa y costo que permitirá a la población afectada la recuperación de sus hogares” (EL UNIVERAL, 26/09/2017).

Dicho anuncio provocó que las acciones de las constructoras Homex, Geo, Sare y Urbi estuvieran en la lista de las diez empresas con mayores ganancias en la Bolsa Mexicana, por las expectativas de futuras ganancias.

El sismo ha venido a recrudecer y hacer visibles las problemáticas de un largo proceso de urbanización capitalista neoliberal. El proceso de reconstrucción puede ser la oportunidad de que como población organizada decidamos otro modelo de ciudad que tenga en el centro nuestras necesidades reproductivas y no una que fomente aún más la polarización entre riqueza y pobreza.

Profesora de la Facultad de Economía,
integrante del CACEPS – UNAM.
caceps@ gmail.com

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