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Judith Pérez Alcalá, de 22 años, sabía desde la adolescencia que quería estudiar Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su papá, abogado egresado de esa misma institución, significó para ella una gran influencia y el último empujón para que terminara de decidirse.

A un semestre de terminar la carrera, está contenta y orgullosa de ser universitaria y piensa que la UNAM no le pide nada a las instituciones privadas. Para Judith la vía para alcanzar sus sueños era clara, declara en entrevista con EL UNIVERSAL.

Proveniente de una secundaria particular, obtuvo un promedio de excelencia, estudió mucho y se presentó a competir en el examen convocado por la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems): su objetivo era obtener el pase reglamentado.

“Estuve en escuela privada en la secundaria, hice el examen de Comipems, me quedé en el CCH Oriente y, por el pase reglamentado, me quedé en la Facultad de Derecho, aquí en la UNAM. Quería entrar por pase a la UNAM porque es considerada una de las mejores universidades de Latinoamérica. Para mí era un sueño poder estar aquí”, dice.

La joven de 22 años, quien cursa el noveno semestre de la carrera y se decidió por la especialidad en Derecho Civil, considera que su preparación en una escuela privada le dio ciertas ventajas respecto al resto de los concursantes; aunque, declara, ingresar a esta institución es “complicado”, puesto que para tener mejores oportunidades de lograrlo es necesario llegar con un buen promedio al examen de Comipems y después mantenerlo.

Las calificaciones son importantes porque incluso con la existencia del llamado “pase automático”, según el reglamento de admisiones de la institución únicamente pueden escoger su facultad de destino los estudiantes que tengan promedio superior a nueve y que hayan terminado la preparatoria en tres años.

“Me esforcé mucho para salir con buen promedio y poder quedar aquí. Yo tuve muy buen promedio y pude escoger. Me gusta estudiar en Ciudad Universitaria, porque aquí hay más bagaje cultural, los profesores tienen más experiencia, son investigadores o magistrados”, dice.

En la actualidad, Judith labora en el Poder Judicial de la Federación. Comenta en la entrevista que, en su caso, sus papás (su madre es contadora egresada del Instituto Politécnico Nacional y su papá es abogado egresado de la UNAM) no habrían podido pagar una colegiatura en alguna escuela privada que impartiera la licenciatura en Derecho con un prestigio equiparable al de la Universidad Nacional Autónoma de México, como la Escuela Libre de Derecho o la Barra Nacional de Abogados.

“Además de eso, no creo que la UNAM le quede corta o le quede a deber a ninguna de esas escuelas. Estudiar aquí significa libertad y conocimiento. Mis papás querían una buena universidad, pero más para mi padre, porque estudió ahí”, dice.

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