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Manuel Amador juega nerviosamente con su teléfono mientras camina para salir de la colonia Carlos Hank González, en Ecatepec. Se detiene a contestar una llamada: “¿Ya llegaste mija?... ¿y los demás?... bueno, pues. Nos vemos”, era Rebeca, una de sus estudiantes, quien le habló para decirle que llegó bien a su casa.

Después de colgar con Rebeca, Manuel recibirá llamadas similares de Mitzi, Calvin, Belén, Guadalupe y Kalila, como parte de un protocolo de seguridad que el maestro sigue con sus estudiantes para confirmar que están sanos y salvos en sus casas.

Aunque vivan cerca del plantel, al que pueden llegar caminando o en bicicleta, maestro, estudiantes y padres de familia están conscientes de que en la colonia Carlos Hank González ninguna de las jovencitas tiene garantizado el regreso a casa.

“Llegan camionetas polarizadas, blancas o negras, a veces parecen carros normales. Se llevan a las chavas, las agarran y se las llevan o luego las engañan; a una de nuestras compañeras se la llevaron, no he sabido nada de ella. Da miedo de que te llegue a tocar a ti”, platicó Rebeca Chávez Gordoa, de 18 años.

De hecho, a muchos de los 52 adolescentes entre 15 y18 años a quienes Manuel da clases en la escuela preparatoria 128 General Francisco Villa sus papás no los dejan salir solos ni siquiera para ir a la tienda o a la farmacia, menos a las mujeres.

Manuel imparte el taller Mujeres, arte y política, para visibilizar la violencia contra las mujeres, promover el empoderamiento de sus alumnas y concientizar a los vecinos de la zona de la importancia de no quedarse callados ante el feminicidio, una realidad cercana que los adolescentes enfrentan día con día en Ecatepec.

“Se trata de visibilizar la violencia desde el arte, que desde el cuerpo encuentren una manera de responder (...) Los performance contribuyen a aportar, decir, responder .Visibilizar a los invisibles, transmitir las violencias que guardan”, platica Manuel en entrevista.

“[El impacto de la violencia] se nota en su personalidad, en su expresión corporal. Te encuentras con situaciones de agresividad y violencia, no tanto de los niños, es muy común que enfrenten arbitrariedad, discriminación, intolerancia, pero sobre todo frustración, preguntarse si es válido estudiar, si les va a servir. Cuando conoces sus vidas te das cuenta de que también son solidarios, sensibles y creativos”, contó.

Datos del Observatorio Ciudadano en contra de la Violencia de Género, Desaparición y Feminicidios en el Estado de México (Mexfem), revelan que Ecatepec de Morelos es el municipio mexiquense donde más mujeres fueron asesinadas en 2016. De 263 feminicidios en el Estado de México en 2016, 39 se reportaron en Ecatepec, lo que representa un promedio de tres cada mes.

Desde 2011, Manuel Amador Velázquez, sociólogo y profesor de bachillerato de 41 años, comenzó a dar talleres y a enfocar sus clases de Derecho y Metodología de la Investigación hacia el impacto que tiene la violencia en las vidas de sus alumnos.

Le preocupaba la situación de las adolescentes: agobiadas, enfurecidas, estresadas y sobre todo temerosas en un lugar donde no es raro salir a la farmacia y no regresar a casa, temerles a las motocicletas y a las camionetas con vidrios polarizados, porque en esas viajan los secuestradores de niñas.

Rebeca ha participado en los performances y talleres de Manuel. Ha aprendido, por ejemplo, a responder a los policías que la han intentado detener y revisar físicamente en la calle, cuestionándola por su manera de vestir e intentando intimidarla.

“Me han pasado muchas cosas, para mí esto es una forma de trabajarlo, de hacer algo para afrontarlo, cambiarlo o al menos que la gente sepa que no está bien que alguien te toque si no quieres”, relató.

Guadalupe Martínez Meléndez, de 17 años, Martha Kalila Maya Cervantes, de 18 años, y Calvin Isaid García Delgadillo, de 18, son alumnos de Manuel y circulan por la colonia a bordo de la motoneta de Calvin.

Todos los días el muchacho recoge a su amiga y a su novia en sus casas, llegan juntos a la escuela y se regresan igual. Sólo de esa manera, los papás de Guadalupe y Kalila se sienten más tranquilos.

También participaron en el performance Las niñas de Ecatepec, entre el abandono, el silencio y el feminicidio, que con su grupo de compañeros escribieron y montaron para evidenciar la violencia a la que se enfrentan. Con música de Cri-Cri, juguetes y vestuario de niñas representaron sus ilusiones de la infancia, y después, al grito de “¡Ay mis sueños!”, la manera en que la pobreza, la discriminación y la violencia han intentado arrancárselos.

Una de las cosas que más les impresiona y entristece es que en su propia comunidad, la mayoría de la gente no reacciona cuando atestigua un delito. “Piensan que [si intervienen] les puede pasar algo a ellos, pero pueden avisarle a más personas, juntarse para recuperar a la chava, que esté bien y no le pase nada”, dijo Calvin.

Al buscar en internet sobre la colonia Carlos Hank González encabezados como “Yo la asesiné, ¿y qué?” son comunes.

“No se cuestionan muchas formas de violencia hacia ellas; tienes que empezar a verlo con ejemplos. Hay una situación cultural, es importante que ellas se den cuenta de la diferencia en el trato, en el ser y estar en la sociedad a partir del género”, dijo Manuel.

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