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El cardenal Norberto Rivera Carrera pidió perdón por sus “debilidades, pecados, omisiones y frialdades”, y exhortó a los ministros de culto a ser constructores de paz, no de violencia. Advirtió que sólo una convocatoria honesta por la unidad puede transformar al país en un “espacio vital y humano”.

Al pronunciar su homilía dominical, en la que celebró sus 50 años de ordenación sacerdotal, el arzobispo primado de México destacó que quienes participan del orden sacerdotal enfrentan “enormes retos”, y por ello requieren anunciar el evangelio con dichos y hechos, a fin de “curar y fortalecer a la familia tan herida por nuestra cultura”: “Desde lo más profundo de mi ser pido perdón al Señor y su pueblo santo por mis debilidades y pecados y por mis omisiones y frialdades, y juntos imploremos al Señor para que siga haciendo maravillas con los dos panes y los cinco peces que desde nuestra pequeñez le podemos ofrecer”, expresó.

El prelado pidió no quedarse “en una mera filantropía natural, en un humanismo chato de alcances meramente temporales: “Si queremos ser dignos sucesores de aquellos 72 discípulos enviados por Jesús, seamos constructores de paz y no de violencia, promotores de salud y no de muerte. Propagadores del reino de Dios y no de ideologías”.

Rivera Carrera destacó que actualmente no es tarea fácil ser discípulo de Cristo en la ciudad ni en el país “donde experimentamos amargamente, hasta los extremos, la fuerza del pecado, flagrante contradicción al plan de Dios”, ni ante la creciente “violencia y las injusticias”.

“Este planteamiento cobra matices de ineludible urgencia ante la creciente violencia, las sangrantes opresiones, marginaciones, injusticias y angustias que sufren nuestra ciudad y nuestra patria y especialmente los amplios sectores sobre los que recae con toda crudeza la miseria y ante lo que no es lícito permanecer pasivos”, subrayó.

Esta situación, dijo, “nos lleva a excluir radicalmente la postura de quienes permanecen indiferentes, así como la de quienes poseídos de una visión conflictual se integran en la lucha buscando exasperar las oposiciones y acentuar las polarizaciones en una dinámica negativa, de muerte, que lleva en su seno la promesa cierta de mayores opresiones e injusticias”.

Advirtió que “sólo una opción por la paz, sólo un trabajo serio por la reconciliación y sólo una convocatoria honesta por la unidad puede transformar nuestra capital y nuestro país en un espacio vital y humano que todos anhelamos”. El prelado indicó que ya no se trata sólo de atender a los enfermos sino de “curar la llagas del cuerpo social, de rehacer el tejido social, de luchar contra el hambre y la pobreza extrema que sufren tantos hermanos nuestros, de buscar remedio para las epidemias que todavía se ceban por la parte más débil de nuestra sociedad, de luchar contra el analfabetismo indigno de personas libres, de cubrir la desnudez de quién no tienen vestido ni techo y de darles calor de hogar a todos los niños de la calle”.

Al término de la misa se leyó una misiva del papa Francisco en la que felicitaba al cardenal Rivera, reconocía la trayectoria del prelado y pedía para que todos sus trabajos “sean fecundos y llenos de éxito”. Minutos más tarde se develó una pintura del papa Francisco hecha por Antonio Ávila, la cual será colocada en la sala de conferencias de la Catedral Metropolitana.

A la misa acudieron los obispos auxiliares de la Ciudad de México, el arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez, y de Colima, Marcelino Hernández, así como medio cabildo de la Basílica.

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