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La Iglesia católica no está en contra de las uniones entre personas del mismo sexo ni de que la ley ampare sus derechos, pero pide que estos enlaces no sean igualados al matrimonio, conformado entre un hombre y una mujer, puesto que no tiene por qué atentarse contra un modelo reconocido histórica y jurídicamente, afirma la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

En entrevista con EL UNIVERSAL, el secretario general de la CEM, Alfonso Miranda Guardiola, admite que la iniciativa presidencial sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo los tomó por sorpresa; sin embargo, rechaza que haya una ruptura con el gobierno de la República, sino que están abiertos al diálogo y con deseos de que su voz sea escuchada en la discusión del proyecto de reforma.

“Todas las voces sin excepción deben ser escuchadas. También proclamamos que la nuestra debe ser escuchada y la nuestra es la enseñanza del matrimonio como hombre y mujer, abiertos a la procreación con la calidad de perpetuidad, de fidelidad, de ayuda mutua. No un concepto de matrimonio frágil, que sea reducido, que sea empobrecido; al contrario, una defensa del valor grande que tiene la familia”, apunta el clérigo.

Respecto al presunto voto de castigo que promovieron diversos obispos del país en contra del PRI, Miranda Guardiola dice que no se puede minusvalorar la inteligencia de los ciudadanos, sino que se orientó el voto para que fuera razonado y tomaran en cuenta los valores humanos, puesto que es parte de su función como pastores.

Indica que si un obispo o sacerdote se pronunció a favor o en contra de algún partido o candidato “es libre de expresión y cada quien cuando habla que asuma lo que dice”.

Hoy las familias entre personas del mismo sexo con niños son una realidad, más allá de que si se aprueba o no la iniciativa. ¿Qué proponen ustedes?

—Aceptamos que en la propia ley mexicana existan por lo menos cinco figuras legales en las que se reconocen, se amparan uniones con personas del mismo sexo. Eso existe aquí en nuestro país y no estamos en contra de que existan estas sociedades o estas uniones, y se amparen en derechos. Lo que deseamos nosotros es puntualizar la no identificación, no similitud con el matrimonio hombre-mujer. Nada más marcar, no igualar, porque no es así, son diferentes, y que cada diferencia pueda ser albergada o amparada por la ley. Adelante, estas uniones que existen de facto, puesto que la sociedad deba garantizarles y deba ampararlas, pero no tiene por que menoscabar, no tiene por que atentar contra un concepto, contra un modelo que en sí mismo está garantizado, está protegido, está reconocido históricamente, jurídicamente, universalmente. ¿Por qué romper? no se trataría de eso.

Si existen o hay que crear nuevas figuras, adelante, pero no tenemos porque destruir este concepto, este modelo de matrimonio hombre y mujer. Si existen uniones donde hay niños con ellos, no están fuera de la Iglesia, la Iglesia no va a abandonar a nadie.

Otra cosa es la cuestión legal, las figuras jurídicas. Mantenemos nuestra promoción de los valores en los que creemos y vivimos, hombre-mujer, matrimonio y los hijos con su derecho a ser educados, a ser adoptados por un papá y una mamá, un hombre y una mujer. Creemos que en el modelo de matrimonio hombre-mujer están las circunstancias suficientes y necesarias para un desarrollo pleno de la persona.

La iniciativa del presidente sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo ¿provocó una ruptura entre el gobierno y la Iglesia?

—La Iglesia tiene un tono de querer participar. No estamos sintiendo ningún corte ni nada por el estilo; al contrario, los canales siguen abiertos y seguimos, y esperamos poder participar en este diálogo. No, al contrario: la Iglesia tiende puentes, solamente quiere construir puentes, una actitud solamente de diálogo. Tenemos un respeto a las autoridades, como es nuestro deber y así tiene que ser, pero deseamos que se mantengan, que existan siempre estos puentes de diálogo.

¿Cómo tomaron la presentación de estas iniciativas?

—Fue sorpresa en el sentido de que no hubo un acercamiento previo, ciertamente, [pero] la disposición sigue siendo abierta para dialogar, para ser escuchados, para expresar nuestra voz como Iglesia, como un actor más en el país, junto con los demás ciudadanos.

¿Consideraron cierta traición estas iniciativas que no están en concordancia con los valores que promueve la Iglesia católica?

—El gobierno, el presidente, las autoridades siguen sus propias rutas. Es cierto que no tienen que pedirnos permiso para actuar. No consideramos una traición; sin embargo, sí sentimos la necesidad importante de expresar nuestra posición como Iglesia, los valores que vivimos y que creemos, especialmente el tocante a la familia y al matrimonio. Sí tenemos un deseo grande de ser escuchados y de que nuestra voz se oiga, eso es muy importante para nosotros.

¿La Iglesia motivó el voto de castigo hacia el PRI por la iniciativa presentada por el presidente?

—No podemos minusvalorar el tamaño y la inteligencia de los ciudadanos, son personas inteligentes y libres, no pueden ser conducidas por nadie, cada quien tiene su propio criterio de actuación y cada quien ve la realidad que estamos viviendo. Los obispos son los pastores y guiamos en lo que nos compete, que son los valores cristianos. Se orienta el voto, es decir, un voto razonado, que tome en cuenta los valores humanos, la dignidad, los valores evangélicos.

Nada más no podemos emitir partidos o marcas, nombres, personas... Que los obispos lo hayan hecho en otras partes, cada uno en su respectiva diócesis es libre de expresión y cada quien cuando habla que asuma lo que dice.

¿Harán algún llamado a estos obispos para que sean un poco más cuidadosos en sus expresiones?

—La Conferencia del Episcopado es un órgano colegiado que no disminuye la acción pastoral de cada obispo en su diócesis, de tal forma que cada obispo es el que preside su diócesis, el que responde por ella. También responde cada uno por sus palabras. A nivel colegiado, de alguna manera marcamos la ruta con nuestros propios comunicados, de tal forma que sirvan de orientación a los demás obispos.

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