Poco se sabe de ellos. Su misión de todos los días es mover toneladas de alimentos de la canasta básica en comunidades de la Cuenca del Papaloapan perdidas entre caminos de difícil acceso, para que las familias con alta o muy elevada marginación tengan comida con mayor valor nutricional.

Es la familia Diconsa del almacén rural Los Ideales, en el municipio de San Lucas Ojitlán, que mensualmente maneja alrededor de 100 toneladas de productos. Tienen un lema: “llegar hasta donde nadie más puede”, y así lo hacen en su flota vehicular, en lancha o mula, a pie, pero no dejan de abastecer a un centenar de localidades ubicadas en 11 municipios de Oaxaca. EL UNIVERSAL recorrió durante tres días su ruta en cuatro poblaciones.

Julia Padilla Quintero, subjefa del almacén llega antes de las 08:00 horas. Está lista para coordinar una carga de 3.5 toneladas de frijol, arroz, sardina, atún, avena, pastas, maíz, entre otros artículos, que serán transportados en un automóvil y luego en lancha.

Mientras supervisa a Joel Márquez, Avelino Francisco, Simón Heredia y Fernando González, quienes suben la mercancía al vehículo, Julia habla de la pasión con la que realiza su trabajo.

“Me siento orgullosa de saber que llega el abasto a las comunidades en donde nos esperan con mucha emoción, no importa si llueve o si se atasca la unidad, pero siempre llegamos para abastecer a las tiendas rurales”, comenta.

La unidad móvil está lista y sale con destino a la presa Miguel Alemán donde espera la lancha para llevar la carga a la tienda comunitaria en la isla Buenos Aires, en el municipio de San José Independencia.

Simón, además de loteador, también es lanchero. Con sus 14 años de experiencia, dice, los productos están a salvo pues conoce la presa y sus peligros. Si llega a llover, de inmediato saca una lona para proteger la comida, si hay algo de corriente espera en algún lugar seguro para no voltearse. Sabe que en la presa asaltan al estilo “pirata”: una lancha se les empareja y quita sus pertenencias a los habitantes que para salir de Buenos Aires necesariamente tienen que utilizar la embarcación, pero a él nunca le han robado mercancía.

Tras dos horas y media en lancha, Simón llega a la isla. El encargado de la tienda, Cornelio Hernández contrató a seis pescadores para que le ayuden a descargar los productos a cambio de 100 pesos de paga.

Jorge Néstor Estrada Mora, jefe del almacén rural Los Ideales, también llega a la tienda para supervisar que todo esté en orden y que a la tienda no le haga falta nada. “Almacenamos aproximadamente 300 toneladas de maíz, frijol y arroz para repartirlos. También somos los encargados de distribuir productos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). En total somos 22 personas entre comunitarios y personal de Diconsa que hacemos llegar los productos a las comunidades rurales”, explica. La misión se cumple, llegan al almacén y preparan lo que será la ruta del siguiente día.

Por las veredas

Día dos. Desde las 04:00 horas sale un camión de la dependencia. Es una jornada pesada por la distancia a la que está la localidad de Santiago Tlatepusco, municipio de San Felipe Usila, conocido por su famoso caldo de piedra.

Luego de cuatro horas en vehículo el personal de Diconsa llega a la cabecera municipal donde están José de Jesús Modesto, encargado de la tienda de Santiago Tlatepusco, y otros habitantes que cargarán los productos a lo largo de 15 kilómetros, porque no hay forma que entren los vehículos.

A las faldas de la Sierra Madre Oriental, José, Venancio y Ricardo comienzan a cargar los bultos de 50 kilos para cruzar un puente que atraviesa parte del río Usila.

Su inseparable mula desde hace ocho años lo espera del otro lado del puente. La dejó encargada en un potrero pues en esa zona les roban a las bestias. Le da ajuste, carga la mercancía, 50 kilos que dice, aguanta su mula y que puede llevar hasta el doble.

Venancio no lleva ayuda. Carga 35 kilos en un mecapal, su cabeza lleva todo el peso. “Si no tenemos mula cargamos en el lomo o en el mecapal que es como un imán en nuestra cabeza”.

Abelardo de 34 años de edad, llevará en la espalda 40 kilos y Ricardo otros 20 kilos de productos que abastece Diconsa para las tiendas rurales. El camino es largo y tortuoso pero no hay otra forma, así que comienzan a caminar.

Tras varios kilómetros atraviesan el río. La corriente no es fuerte pero aun así es peligroso el camino. La mula pasa como si nada. Es el paso forzoso para los habitantes de Santiago Tlatepusco para bajar a la cabecera municipal.

Cruzan el río sin ningún problema. La mercancía va bien cubierta para que no se moje. Luego de tres horas de camino el encargado de la tienda y quienes le ayudan llegan a su comunidad. De nuevo la tienda está bien abastecida para que los habitantes consuman los productos a muy bajo costo. El equipo de la dependencia vuelve a caminar por otras tres horas para tomar el vehículo y regresar al almacén.

Tercer día. Durante 11 años Avelino Francisco Isidro ha servido a Diconsa como loteador y se siente orgulloso de formar parte de ese equipo de trabajo que tiene contacto directo con las comunidades más vulnerables.

“Lo más importante es ayudar a que llegue el alimento a las comunidades más alejadas. Siento emoción y orgullo de ayudar, de cargar toneladas de alimentos”, comenta mientras preparan otra carga con destino a Agua de Tierra y el Cacahuatal, ubicados en los municipios de San Felipe Jalapa de Díaz y San Lucas Ojitlán.

Raymundo Meza es supervisor de una ruta, durante siete años ha promovido la participación comunitaria, pero además conoce perfectamente las 100 tiendas rurales que abastece Diconsa.

“Nos hemos quedado atascados en los camiones, casi me lleva el río en otra ocasión, rescatamos las despensas y no se mojaron. El trabajo nos gusta y hemos salido adelante. Es una satisfacción cuando llegamos a las comunidades, la gente nos aprecia y apoya”.

Mientras preparan la tienda móvil para el Cacahuatal, en el almacén Los Ideales el equipo que integran Gilberto, Marcos, Ricardo, Fernando, Alejandro, Joel y Arcelino descargan de un camión 30 toneladas de maíz que viene de un almacén central.  Una hora y 10 minutos es lo que tardan en bajar los costales y acomodarlos en el granero.

Jorge Antonio García, operador de la tienda móvil, llega al Cacahuatal, donde poco a poco llegan las mujeres para hacer sus compras. Marcos Bolaños le ayuda a atender a las amas de casa que llevan jabón, azúcar, aceite, leche, cloro, sal. La jornada terminó y los trabajadores cumplen otra misión.

Con 300 almacenes, dos graneleros y más de 27 mil tiendas comunitarias en el país, más de 12 millones de mexicanos se benefician con productos de la canasta básica a precios accesibles.

Considerado la columna vertebral de los proyectos que opera Diconsa, el Programa de Abasto Rural (PAR) garantiza el acceso a una alimentación adecuada para quienes viven en condición de vulnerabilidad.

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