Hace unos días la Primera Sala de la SCJN amparó a cuatro personas para permitirles cultivar marihuana y consumirla con fines recreativos. Aunque los efectos de la sentencia se restringen a los promoventes del amparo, sus alcances políticos y sociales han llevado al presidente de la República a abrir un debate nacional sobre su legalización.

La argumentativa de la sentencia se funda primordialmente en los derechos subjetivos en clave de libertad, de manera específica destaca el del libre desarrollo de la personalidad que “permite la consecución del proyecto de vida que para sí tiene el ser humano, como ente autónomo”.

Por otra parte los defensores de la legalización del consumo de la marihuana argumentan que ello permitiría la regularización del mercado, disminuyendo de manera importante el incentivo del crimen organizado y la inseguridad. Igualmente aducen que su consumo tiene riesgos moderados en materia de salud.

Así las cosas, los ejes argumentativos de las posturas a favor de la legalización están basados en: i) la protección de derechos subjetivos, ii) la disminución del crimen organizado y la inseguridad y iii) su carácter anodino en términos de salud.

En lo que se refiere a la postura contraria —la de aquellos que se oponen a la legalización— se aducen daños graves a la salud, el necesario aumento de la demanda, la disminución de la percepción de riesgo hacia ésta y otras drogas y la inutilidad de la legalización como mecanismo de disminución del crimen organizado.

Las posturas en contra de la legalización de la marihuana están basadas en: i) la protección de la salud, sobre todo tratándose de segmentos jóvenes de la población, ii) la continuidad del crimen organizado y iii) los daños a la salud produce su consumo.

Ambas posturas se debatirán durante las próximas semanas, sin embargo los ejes del debate se han reducido principalmente a tres. Uno que nos parece de la mayor trascendencia es el que se refiere a la ecología humana y cultural. Es percepción generalizada de gran cantidad de estudios de opinión el grave deterioro ambiental en sentido amplio, esto es ecológico, cultural e institucional. En ese sentido, nos parece que incluir otra línea argumentativa que responda más a las causas profundas del hombre, aquellas que regularmente han salido de los debates.

Cualquier razonamiento que se haga en la época contemporánea se diferencia del pasado en los grandes avances tecnológicos que han cambiado el papel del hombre en el mundo. La tecnología ha empoderado al hombre con relación al planeta. Según Hans Jonas, filósofo conocido por su influyente obra El principio de la responsabilidad: “Antes de nuestra época las intervenciones del hombre en la naturaleza, tal y como él mismo las veía, eran esencialmente incapaces de dañar su permanente equilibrio”. Ahora el paradigma ha cambiado drásticamente.

En ese sentido Jonas propone un principio supremo propio de nuestra época: “Actuar de forma que los efectos de tu acto sean compatibles con la permanencia de una vida humana genuina”. El alcance de este principio supera la dimensión individualista del hombre que concentra toda su atención en el alcance de los derechos personales dejando de lado la responsabilidad social.

El abuso de la naturaleza ha puesto en riesgo la sustentabilidad de la humanidad a largo plazo. Igualmente, la percepción sobre los niveles de corrupción en todos los ámbitos ha aumentado, así como la molestia que ello produce en amplios sectores sociales: todo ello significa deterioro a la ecología humana y cultural.

Nuestro tiempo es paradójico: mientras hemos aceptado la importancia de lo natural, su respeto, conservación y desarrollo para lograr la sustentabilidad, por otro enarbolamos banderas de defensa sobre nuestros derechos ilimitados.

Tenemos mayor responsabilidad que en otro momento de la historia. En ese sentido deben ampliarse los argumentos en el debate de la legalización de la marihuana.

Rector general de la Universidad Panamericana-IPADE

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