Estrategia en Línea

En la época de la hiperconectividad social han evolucionado muchos conceptos incluyendo al acoso y el bullying, probablemente más en el marco jurídico que en el imaginario social y digital.

Hace unos días la periodista y bloguera Tamara de Anda denunció ante el juez cívico a un taxista de la CDMX que mientras ella caminaba por la calle le gritó “¡guapa!”. La relatoría de lo sucedido se puede seguir mediante su cuenta de Twitter @Plaqueta, y ahora en múltiples artículos y entradas de opinión, entre los que destacan el de Estefanía Vela @samnbk, para terminar el día de ayer con una versión regional de la sección “Mean Tweets” del programa del comediante americano Jimmy Kimmel, donde famosos leen los mensajes de odio que le llegan a sus medios sociales. Tamara aprovechó la vitrina de atención para compartir desde amenazas de muerte a ridículos mensajes recibidos en su FB donde la acusan de neófita (¿en qué?), ignorante y fea.

Plaqueta fue tendencia nacional con más de 67 mil 200 menciones. La conversación se dividió entre quienes apoyaron la denuncia de Tamara de Anda y quiénes la tildaron de “exagerada”, en su mayoría perfiles femeninos comentaron el suceso. El balance de sentimientos es mayoritariamente negativo hacia ella. #LadyPlaqueta fue tendencia el viernes 17 marzo con más de 50 mil menciones. Un dato queda para el análisis: la mayoría de los comentarios negativos provienen de cuentas que dicen ser mujeres. Antes de recibir mentadas y quejas el “dicen ser” no conlleva ningún juicio de valor, lo escribo simplemente pues nada obliga en Twitter a confirmar el género del usuario.

Usuarios de Twitter se encargaron de buscar tuits pasados de @plaqueta para, según sus palabras, “señalar las inconsistencias y contradicciones de su discurso”, se encontraron tuits tales como: “Llegó la foto de un colaborador que es tan pero tan tan tan guapo que la editorial colapsó. No podemos dejar de verlo”. “Acabo de ver al indigente más guapo del mundo. Me pregunto por qué no le dan trabajo de director creativo en alguna agencia de publicidad”. “Hace rato le grité ‘Pinche naco regrésate a Satélite’ a un idiota que me aventó el coche…”. “Mi taxista, además de guapo —qué ojos—, resultó ser bueno en su oficio y conocer atajos”. Como director de una agencia digital donde uno de los insumos es la inteligencia de fuente abierta reconozco a quienes perdieron varios minutos de su vida para revisar el historial de Tamara: tenemos vacantes.

En lo personal agradezco a @plaqueta por su denuncia y por aprovechar la efímera fama que conlleva un título nobiliario digital para volver a poner a discusión el tema del acoso sexual y textual callejero y digital. Me entristece que además de un “guapa” en la calle deba de recibir mas de 12 mil 300 comentarios con insultos, amenazas o vejaciones, ¿debería de denunciar esto también?

Hace poco conversaba con una reconocida académica sobre la violencia contra las mujeres, el machismo y sus causas, y cómo una de las primeras manifestaciones es la violencia verbal y la necesidad de romper el proceso desde la formación mental, es decir, no basta con reprimir el acoso al no gritar, como sociedad deberíamos “no pensarlo”, y en el caso digital, no escribirlo, tuitearlo o publicarlo. ¿Va esto antes de la palabra hablada o un paso después? Obviamente no me refiero al uso de la palabra “guapa”, que en mi caso muy particular siempre he usado como un apelativo cariñoso, y de la cual me reservo el derecho de seguirla diciendo y escribiendo a las personas que conozco y que respeto.

En la era de la posverdad, de la mentira emotiva, de la sociedad hipertextual es indefendible la libertad de expresión o vejación bajo el argumento que uno es responsable de lo que dice o escribe y no de lo que otros escuchan, leen o entienden; hay que agregar las variables de tiempo, circunstancia y sobre todo emoción e intención.

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