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Entre porras y gritos de “¡sí se pudo!”, Óscar, de 23 años, y sociólogo, sube a la tarima para dirigir unas palabras a aproximadamente 300 personas reunidas afuera de la iglesia de Santiago Tianguistenco; los habitantes de la comunidad han hecho una kermés para recaudar fondos y así pagar los abogados que Óscar requirió en el proceso de su liberación. Esto ya no será necesario. Lo de Óscar está resuelto.

Ahora los fondos que ahí se reúnan, serán para otra causa, la de Lilia Angélica López Negrete, joven estudiante de baile del Instituto Nacional de Bellas Artes, detenida desde hace siete meses en el penal de Santa Martha Acatitla, acusada del delito de introducción de drogas en el país.

Una larga fila espera para darle un abrazo. Las mujeres del pueblo, sobre todo las mayores, aprovechan y le dan su bendición. Las niñas pequeñas le piden una selfie. “Eres valiente”, grita una mujer del público. Óscar hace un gesto, baja la cabeza, pone su puño en el corazón y agradece.

Sin barba, ni cabello, pues lo rasuraron apenas pisó el penal de máxima seguridad de Nayarit, con siete kilos menos de peso; su familia tiene que ayudarlo para que pueda subir los cinco escalones que separan el suelo de la tarima. Visiblemente agotado, demacrado, pálido y agobiado por la cantidad de gente que lo aborda.

En la fachada de la iglesia de su comunidad hay un gran letrero que ondea y reza “Bienvenido Óscar”, mientras tanto, él toma el micrófono y comenta: “Cuando uno está en la oscuridad en situaciones —como la que lamentablemente me tocó vivir— aprendes a valorar la libertad, el amor y la solidaridad de la gente. Sé que ustedes, mi comunidad, mi gran familia, se sumó a la causa porque sabemos que a cualquiera de nosotros nos puede pasar lo que a mí; tengo miles de manos levantándome para que no me caiga en mi proceso de recuperación. Que esto, lo que me ocurrió, quede como ejemplo de la fuerza de un pueblo cuando se une por una causa”.

Una parte de él se quedó en las celdas del Cefereso de Nayarit, dice. “Me tomaré un descanso y ya pensaré de que manera puedo apoyar a algunas de estas personas que conocí estando preso”.

Relata que el trato que recibió fue diverso, nunca hubo una agresión física, pero el hecho de haber pisado una cárcel de máxima seguridad con pruebas risorias, “es suficiente trauma para que mi vida no vuelva a ser la misma. Lo que me toca hacer es trabajar para que esta experiencia no afecte el resto de mis relaciones. Ahora viene el trabajo de superación interior, el tratamiento sicológico para superar lo que me tocó vivir ahí”.

El joven sugiere que las aerolíneas y los sistemas aeroportuarios deben tomar medidas; contar con un protocolo de seguridad, fidedigno, que proteja los derechos de los pasajero.

“Ahora nos toca hacer es utilizar nuestros propios medios electrónicos: tomar video, tomar foto, con la hora, con el día, con nuestras etiquetas. Registrar todos los datos posibles para protegernos ante cualquier extravío de equipaje. Pedirle a tus acompañantes o a alguien que te saquen video y foto en el momento en el que te estás registrando tu equipaje en el mostrador de la aerolínea.

¿Qué ocurrió en tu caso en lo particular, cómo se perdió esa maleta? ¿Cometiste algún error?

—Aún estamos tratando de aclarar lo que sucedió con mi caso, existen varias teorías; lo cierto es que la maleta que yo registré en Buenos Aires no era la maleta que me entregaron en la ciudad de México. Fue una maleta totalmente distinta, con obviamente un contenido distinto al que yo traía. Yo me enteré de que no era mi maleta porque la vi. Me llamaron porque la maleta [que no era la mía] traía mi calcomanía, la que yo había llenado para el registro. Mencionaron mi nombre, me pidieron identificarme. Yo hice el reclamo con la aerolínea, indicándoles que la maleta no era mía. Mi error fue haber tomado la maleta [que no era mía] para pasarla por la aduana por solicitud de algunas personas de ahí mismo. Me dijeron que era un proceso administrativo para iniciar la queja de pérdida de mi maleta. Yo no sabía que se hace en esos momentos. Cometí un acto inocente al tocar la maleta que no era mía. Por cierto, mi maleta no ha aparecido.

Óscar, dejó su hogar para irse a estudiar a Toluca desde hace seis años; sin embargo, después de lo ocurrido, está ahora en casa de sus padres recuperándose. Para el señor Óscar Álvaro, su padre, y también abogado civilista todo fue un completo shock. “Cuando nos habló en la madrugada del sábado realmente no sabíamos que él había sido detenido en la Seido; querían que declarara. Yo le dije que no declarara, que se avocara a su derecho de guardar silencio. No hables mucho. Niega todo, fue mi recomendación.

Mostró que no tiene antecedentes. Revisaron su teléfono, tarjetas de crédito. No encontraron nada. Aún así lo llevan a un penal de alta seguridad. Para la señora Adriana Montes de Oca, madre de Óscar, lo vivido durante los siete días en que su hijo estuvo preso se resume en: angustia, desesperación, impotencia, coraje; “a nadie le deseo esto. Por él hubiera dado la vida aún en caso de que hubiera sido culpable. Hoy lo veo dolido, lastimado moralmente. Maria Luisa, su hermana, dice que las redes sociales, y los medios fueron fundamentales para difundir su caso.

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