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Javier Duarte de Ochoa fue panadero, gobernador y, durante 185 días, prófugo de la justicia.

Era raro verlo quebrado anímicamente. La garganta se le cerraba cuando evocaba la trágica historia que le cambió su vida por completo: la muerte de su padre, Javier Duarte Franco, quien falleció en el temblor de 1985 bajo los escombros del hotel Regis de la Ciudad de México y dejó viuda a María Cecilia de Ochoa.

Era el mayor de cuatro hermanos y tuvo que asumir el rol de jefe de familia. De niño jugaba tenis con un palo de escoba y una pelota. Junto con sus hermanos menores —Miguel, Eugenio y Cecilio— estudió en la escuela de monjas Espíritu Santo.

Javier Duarte nació el 19 de septiembre de 1973, a unas cuadras del playón de Villa del Mar, en la clínica San Luis del puerto de Veracruz, donde era habitual que se liara a golpes con sus hermanos menores.

Nunca tuvo la necesidad de trabajar para comer y durante su infancia vivió cómodamente, aunque la muerte de su padre lo obligó a convertirse en panadero.

Su papá heredó un rancho en Córdoba que se llamaba La Esmeralda y que administraban sus tíos. Con ahorros, su madre puso un negocio de panadería. “Sé hacer pan, sé hacer bolillos, donas, pan dulce, es un trabajo muy duro”, decía.

Con frecuencia, Duarte recordaba que su gratitud hacia Fidel Herrera viene del apoyo que éste le brindó a su familia en los momentos difíciles que sucedieron a la muerte de su padre.

El entonces oficial mayor de la Cámara de Diputados los apoyó con los trámites y la logística para encontrar el cuerpo de su papá entre los escombros del Regis.

Tiempo después, cuando Herrera era coordinador General para la Promoción de la Participación Social de la Secretaría de Gobernación, Javier le llevó unos dulces Don Pedro y una pierna de jamón de borrego como obsequio y le pidió trabajo.

Su primera tarea fue hacer una síntesis de los periódicos de Veracruz y nacionales; luego se le pidió que agregara un comentario, un análisis a cada nota que recortaba y pegaba en hojas papel bond.

Su esposa Karime —a quien conoció en la Ciudad de México mientras estudiaban en la universidad— le recriminaba no haber tenido luna de miel. Pero desde ahí Javier no se volvió a separar de Fidel.

Al llegar a la gubernatura en 2010, su juventud le hizo ser ejemplo del nuevo PRI. Pero la corrupción lo llevó a ser el antiejemplo. Estuvo prófugo 185 días, desde el 13 de octubre de 2016, cuando un juez dictó una orden de aprehensión en su contra.

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