Estambul.— “Convoco a nuestro pueblo a congregarse en las plazas y el aeropuerto”. El llamado del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan fue escuchado. Minutos después, miles de personas invadían los espacios públicos de esta ciudad para enfrentar —y derrotar— la intentona golpista.

Fue la culminación de una turbulenta jornada que empezó cerca de las 23:00 horas locales del viernes, cuando tanques militares bloquearon el acceso a dos de los puentes más importantes de Estambul. Noticias de un intento de golpe de Estado liderado por una facción no identificada en los rangos militares comenzaron a circular en medios nacionales.

En un mercado en el barrio de Tarlabasi, justo a lado de la Plaza Taksim, el corazón de la ciudad, el dependiente de origen kurdo contemplaba en televisión cómo los tanques marcaban territorio y entraban en Ankara, la capital turca.

En Estambul, helicópteros sobrevolaban la ciudad y en Beyoglu, el distrito donde se encuentra Taksim y la calle Istiklal, una de las arterias principales de la ciudad, la gente se dirigía apresuradamente a los cajeros y a los mercados para abastecerse de víveres.

En las redes sociales, la gente comenzó a compartir consejos y precauciones: quedarse en casa y evitar espacios públicos, un mensaje que poco después revirtió Erdogan, una vez que el primer ministro Binali Yildirim confirmó el intento de golpe de Estado.

El llamado de Erdogan a la población, principalmente a simpatizantes del Partido de la Justicia y el Desarrollo, (AKP por sus siglas en turco) es contrario a la ley que prohíbe manifestaciones, decretada por él mismo. Pero esta vez, no importó.

La Plaza Taksim que vio nacer las manifestaciones en contra del actual gobierno en 2013, se convirtió en imán para manifestantes. Militares y policías aguardaban órdenes a medida que las masas crecían. En calles aledañas a la plaza, el sonido de los claxon protegía a aquellos que marchaban. Disparos aislados en los barrios de Cihangir, Tarlabasi, Karakoy y Galata en el distrito de Beyoglu, se escuchaban a lo lejos.

En el barrio de Kasimpasa, también en la vecinidad de Taksim y de donde proviene Erdogan, manifestantes salen a la calle proclamando “Allah Bismillah” (En el nombre de Alá) y otras consignas como “Allahuakbar” (Dios es grande). Las mezquitas hicieron su llamado en diferentes distritos de la ciudad, instando a la gente a defender al presidente, quién calificó lo ocurrido como un “intento de rebelión” por una “organización paralela”.

Un sonido ensordecedor. A las 3:00 a.m. del sábado, se escuchó el sonido ensordecedor de aviones de combate y helicópteros. A las 3:45, aviones de combate sobrevolaban tan bajo que creaban bombas sónicas. La gente esperaba en sus casas, despierta, con los televisores aún encendidos. La ciudad se estremecía. El mensaje de Errdogan era claro: retomar el poder a como diera lugar.

La violencia entre manifestantes y fuerzas armadas no se limitó a las zonas céntricas de Estambul.

Tanques militares irrumpieron en Ankara y las oficinas del canal estatal de televisión, TRT, detuvieron su transmisión tras la noticia del golpe de Estado y el posterior toque de queda. Reportes de un ataque a las oficinas por parte de fuerzas militares circularon en las redes sociales, pero el canal volvió al aire tiempo después. Reportes de ataques a la sede parlamentaria en Ankara y la unidad de inteligencia por parte de los militares circularon en los medios.

Los mensajes de Erdogan no pararon. “Sigo siendo el presidente. El golpe no triunfará”. Finalmente, la convocatoria. El murmullo de los manifestantes resurgió. Cerca de las 4:00 a.m., las mezquitas volvieron a rugir, esta vez con el llamado a la oración.

En medio de la incertidumbre, Erdogan reapareció. Entre la multitud, en Estambul. El golpe, bajo la presión del pueblo, había fracasado. Y un presidente triunfante aparecía en un discurso televisado, para asegurar que la intentona no fue sino “un regalo de Dios”. Acto seguido, vino la advertencia: “El ejército será limpiado”.

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