Hasta ahora, la Unión Europea ha permitido que Reino Unido marque el ritmo en lo que se refiere a su permanencia en el bloque para no perjudicar el proceso político británico. Pero tras la victoria del Brexit, la UE se juega su supervivencia y la política interna de Londres le da igual. La ruptura será complicada y muchos asuntos terminarán en los tribunales. Es la opinión de Ignasi Guardans (Barcelona, 1964), responsable de asuntos europeos del bufete K&L Gates y ex eurodiputado por un partido nacionalista catalán. 
¿Cuánto tardará RU en activar el Artículo 50 que inicia su salida?
—Se alargará poco. Los británicos quieren jugar para que les dé tiempo a sacar beneficios, pero la Comisión y el Parlamento han dicho que se debe activar ya el mecanismo de salida. Bastará con que [el primer ministro británico David] Cameron anuncie el martes en la cumbre europea su intención de abandonar la UE. La incertidumbre es mala. La UE no puede permitir que Londres se siente a la mesa con una doble condición: la de miembro de la UE y la de país tercero que negocia con la UE. 
Pero David Cameron quiere que dirija la salida su sucesor en octubre.
—Los británicos se equivocan si piensan que los van a dejar. Hasta ahora Europa les ha permitido que marcaran el ritmo para no perjudicar su proceso político interno. Pero a partir de ahora la UE se juega su supervivencia y la política interna de Londres ha pasado a darle igual. Estamos en otra fase.
¿Va a ser una ruptura amistosa?
—Se tensará, sin duda. La UE ya ve a Reino Unido de salida. Y el nuevo gobierno británico va a ser forzosamente proBrexit. Será un proceso duro porque Europa se enfrenta a una situación jurídica complicada. Negociar un divorcio mientras se comparte casa es muy difícil, y hay que marcar límites.
¿Qué límites?
—La prensa inglesa dijo que Londres iba a negociar en estos meses tratados comerciales para la nueva etapa con Estados Unidos, Canadá, México... Y Bruselas ya ha avisado de que no puede hacerlo porque aún es miembro de la UE. Esa sería una competencia comunitaria, y negociar fuera de la UE es ilegal. La Unión Europea no es un club de tenis. 
¿Cómo debe ser la nueva UE que resurja de esto?
—No es momento de descubrimientos. La lista de defectos de la UE la tenemos todos clara. Se seguirá trabajando en ella, pero esto es un terremoto que a lo mejor la gente no entiende muy bien. Hay que arreglar todo, desde el sistema de toma de decisiones a la seguridad.
¿Hasta qué punto debe ser pragmática la UE negociando con Londres y buscar lo más beneficioso para ambos? ¿O debe ser firme y dar ejemplo a los euroescépticos de lo que pasa por dejar el club? 
—Hay que ser riguroso, aunque aplicando la reciprocidad: si queremos vender naranjas a los británicos, habrá que comprar sus pepinos. Pero hay menos espacio para la especulación de lo que cree el público. La negociación tendrá una dirección política, pero esto no se arregla con apretones de manos. Es cuestión de legalidad: todo está traducido en tratados complejísimos de los que dependen los derechos de personas y mucho dinero. No se trata de demostraciones de voluntad, porque muchas cosas terminarán en los tribunales. Muchas empresas británicas han hecho negocios multimillonarios apoyándose en su condición de europeas, en que estaban protegidas por tratados y tenían acceso a mercados que ya no van a tener. Eso originará líos.
¿Existe la posibilidad de que se vuelva atrás y no se aplique el Brexit?
—Ninguna. Toca ser serio y efectivo para que afecte lo menos posible a la Unión Europea y sus ciudadanos.
¿El Brexit podría tener impacto en problemas nacionales, como el de Cataluña en España?
—Eso son derivadas de las derivadas. Ya se verá qué hace Escocia si decide salir de Reino Unido para seguir en la UE y ver cómo reacciona Cataluña.

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