La última resolución del viernes del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el Sáhara Occidental ha permitido a Marruecos ganar tiempo, pero no consigue avanzar en ninguno de sus grandes objetivos, según estiman los observadores en Rabat.

La resolución prorrogó por un año la misión de la ONU en el Sáhara (Minurso) y subrayó la “necesidad urgente de que vuelva a su completa funcionalidad”, en referencia (pero sin citarla) a la expulsión por parte de Marruecos de casi todos sus funcionarios civiles.

Sobre el plazo de tres meses dado para que la Minurso vuelva a su “plena funcionalidad”, pocos dudan en Rabat de que el gobierno marroquí tendrá que hacer algún gesto al respecto para evitar el enfrentamiento abierto. El embajador marroquí ante la ONU, Omar Hilale, se mostró evasivo en sus primeras declaraciones sobre el retorno de esos civiles.

La resolución no recoge ninguno de los principios fundamentales que Marruecos viene utilizando desde hace años: el abandono o al menos la relegación de la opción del referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española ni la mención expresa a la propuesta marroquí de autonomía para el territorio.

Tampoco menciona el papel de Argelia como actor fundamental en el proceso, ni recoge la petición marroquí de un censo de refugiados en el campamento de Tinduf, pues Rabat considera que las cifras están “infladas” y no son ciertas.

Aunque el consejo evite apoyar al secretario general en su conflicto abierto con Marruecos, sí expresa su “apoyo total” a su representante especial para el Sáhara, Christopher Ross, el diplomático estadounidense al que Rabat ha demostrado su desprecio.

El voto del viernes dejó además un amargo sabor en lo referente a los apoyos diplomáticos de Marruecos: de los grandes países, tanto Estados Unidos como Rusia han decepcionado, cada uno a su modo, a Rabat. En el caso de Rusia, absteniéndose en la votación, cuando Marruecos dio por hecho su apoyo tras la visita de Mohamed VI a Rusia. Con respecto a EU, su borrador de resolución, que sirvió como base a las discusiones, cayó como un jarro de agua fría en Rabat, y el Ministerio marroquí de Exteriores no ahorró sus críticas a Washington.

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