Londres.— Reino Unido no ha tenido una historia tranquila en el último siglo: dos contiendas mundiales, la abdicación de un rey... Pero según los conservadores del primer ministro David Cameron, lo peor de todo, con distancia, podría estar por llegar: una alianza entre el Partido Laborista y los también socialdemócratas del Partido Nacional Escocés (SNP) tras las elecciones parlamentarias del 7 de mayo.

La fortaleza de los nacionalistas escoceses es la verdadera sensación de la batalla electoral de 2015, aunque ni siquiera los expertos logren explicar la fascinación que suscitan. “En 2011, 45% de los escoceses votó a favor del SNP; en 2014, 45% de los escoceses votó a favor de la independencia. ¿Por qué no iba a volver a votar ahora 45% al SNP?”, se pregunta por ejemplo el profesor John Curtice, de la Universidad escocesa de Strathclyde.

Todo el espectro de partidos se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué viento soplará desde las Highlands tras el 7 de mayo en dirección sur? El SNP podría ser responsable de que Reino Unido no pueda formar un gobierno estable.

En la víspera de las elecciones, que según los sondeos de opinión serán las más ajustadas en décadas, parece haber llegado el tiempo de los comentarios subidos de tono. El conservador alcalde de Londres, Boris Johnson, comparó votar al SNP con confiar la gestión de una institución infantil al histórico rey Herodes.

Y su compañera tory, la Ministra del Interior Theresa May, echó más leña al fuego añadiendo que una alianza entre el líder laborista Ed Miliband y la carismática líder del SNP, Nicola Sturgeon, conduciría “a la mayor crisis constitucional desde la abdicación del rey Eduardo VIII”, en 1936. Y eso a pesar de que Sturgeon no es candidata.

El motivo de tanta inquietud entre los conservadores es claro: apenas hay una encuesta o proyección que actualmente augure una constelación en la que Cameron pueda volver a lograr mayoría para un segundo mandato en tras el 7 de mayo. Su rival laborista, Ed Miliband, espera en cambio conseguir una mayoría estable si logra el apoyo de los escoceses. Sin embargo, éstos siguen aspirando a la independencia, pese a haber perdido el referéndum del año pasado, por lo que en Londres se los considera enemigos del Estado.

Lo cierto es que el pueblo parece pensar de manera diferente al establishment político. Sturgeon, que desde hace medio año es Ministra Principal en la tierra de las kilts (la tradicional falda escocesa) y las gaitas, se ha convertido gracias a su celebrada oratoria en la estrella de la campaña. En todos los debates de televisión sus intervenciones resultan puntuadas por encima de la media. Y son muchos los ingleses que se preguntan en las redes sociales si ellos también pueden votar al SNP.

La mezcla de rebeldía, promesas valientes y mensajes socialdemócratas claros de Sturgeon parece ser la receta de su éxito. En su programa contempla subir impuestos para proteger el medio ambiente y sus apariciones son hasta ahora inmaculadas. Sturgeon mantiene en Escocia una constante que oscila entre 40 y 50% de votos. Tal y como están las cosas, un porcentaje de en torno a 4% a nivel nacional bastaría para enviar a 50 diputados a Westminster. Aunque Sturgeon no sea uno de ellos.

La semana pasada, una encuesta apuntaba a que 57 de los 59 escaños parlamentarios correspondientes a Escocia podrían ser para el SNP.

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