Los hechos de la historia son inmutables, lo que cambia son las ideas de cómo la humanidad comprende su pasado. A invitación de queridos amigos, por primera vez pasé mi cumpleaños con la familia en China. Ha sido un viaje inolvidable que me hace evocar a mi apreciado amigo Carlos Fuentes, cuya mente lúcida y palabra contundente tanta falta nos hace en estos días. Él comentaba que la globalización económica era la tercera oleada de integración de las culturas del planeta, siendo las dos primeras la peregrinación por el estrecho de Bering y el encuentro entre Europa y América. De esas conversaciones rescato su referencia al texto imperecedero de Charles Dickens en La historia de dos ciudades (1859): “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”.

En calidad de corresponsal designado, comparto con mis amigos lectores las experiencias y reflexiones de recorrer una ruta legendaria que hoy retoma importancia mundial: “La ruta de la franja y la seda”. Hoy China es una potencia económica mundial, sin desconocer las condicionantes en materia de derechos políticos, humanos y de libertad de expresión que aún prevalecen en ese país. A lo largo de este viaje casualmente he coincidido con la gira del presidente Xi Jinping, quien tiene una visión de estadista mas allá de su tiempo, para integrar una red de comercio y cooperación de Beijing a Europa.

En Roma vimos la llegada de este presidente para invitar a Italia a integrarse como el primer país del G7 a dicha ruta, donde el espíritu de Marco Polo resurge con una lógica incuestionable.

Posteriormente en París vimos al presidente Macron despreocuparse unos días de los reclamos destructivos de los “chalecos amarillos”, para fortalecer los negocios y ser el anfitrión de una reunión con la canciller alemana Angela Merkel y Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, con Xi Jinping para promover acuerdos que serán fundamentales para el futuro económico de Europa.

En los años setenta, México contra muchas naciones, hizo un esfuerzo diplomático histórico para que la República Popular China fuera reconocida en el concierto internacional. Mi primera inquietud es la ausencia de una explicación lógica de las razones por las que México nunca aprovechó ese gesto histórico, para construir una relación científica, tecnológica, industrial y comercial con China

Hoy es inexplicable que no hayamos logrado aprovechar ese valioso dividendo económico de mutuo beneficio. Por ello es imperativo consolidar nuestra participación en el Tratado Transpacífico (TPP-11) o de manera bilateral con China, sin esperar a que otras naciones nos autoricen acceder a los residuos de los negocios ajenos.

Rúbrica.

Usted disculpe, Malintzin: hoy en la Casa de México en Madrid y el 1 de abril en la Universidad de Salamanca presentaremos las funciones de estreno de la película-documental Malintzin, la historia de un enigma, una coproducción de la Fundación UNAM, el Servicio Público de Radiodifusión, Clarovideo y la Fundación Miguel Alemán A.C., que deja atrás el estigma de su nombre, para reconocerla por su dignidad, por el papel histórico de su inteligencia y como madre del mestizaje indisoluble de nuestra identidad.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM

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