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"¡Pásele, pásele! Pase, compre sus choco bananas con delicioso chocolate, pásele a nuestra dulcería y  disfrute de nuestras palomitas sabor a mantequilla, ¡pásele...pásele!”, dice una voz invisible debajo de la carpa del Circo Hermanos Cedeño, tras invitar a disfrutar esa noche, por treinta pesos, de la última función del circo con animales en el estado de México.

La fila en la entrada era larga, pero aún así, no alcanzó a llenar ni la mitad del circo itinerante ahí, a unos metros del imponente Guerrero Chimalli.

El miércoles —con la entrada en vigor de la ley que prohíbe el uso de animales en espectáculos—  el futuro será incierto para domadores, actores, animales y dueños, pero ayer la  la familia Cedeño dejó todo a un lado para ofrecer un último show con el circo tal y cómo fue por tantos años:  con ese fuerte olor a establo.

Luego de  invitar a los asistentes a sentarse, comprar y disfrutar, seis tigres de bengala salieron al escenario  para realizar por última vez el acto que  “ya se saben de memoria”.

Pese a que obedecían a Junior, el domador, cada que podían demostraban su superioridad con algún paso diferente al dictado. Ya sentados, inmutables en su última noche ante los reflectores, parecían escuchar las palabras del hombre que los entrenó, y quien con el luto en la vestimenta  y en la voz reconoció que sí, esa noche se había perdido una batalla.

En medio de los tigres  Thalía, Simba y Samurái  habló de lo incierto del futuro para él y algunos compañeros  luego de dedicar 25 años a domar y enseñar trucos a animales salvajes.

“Hoy se ha cumplido la fecha, yo pido un aplauso bien fuerte a mis artistas”, externó al público, mientras  señalaba a  sus animales.

Un fuerte aplauso recorrió las gradas llenando los lugares vacíos y bajó hasta los lugares preferentes, esos alrededor de la jaula a los que podías acceder por 30 pesos más.

Ahí, una niña de aproximadamente dos años de edad, acomodada en brazos de su madre, se agarraba la cabeza al ver la imponencia de los animales. Tal vez no entendía de leyes, pero entendía del asombro.

“¿Qué van a hacer con ellos?”, gritó alguien del público cuando Junior dijo que no sabía cuándo volverían a entrar a esa jaula.

“No lo sabemos”, respondió y recordó a Mary, la elefanta que murió y fue posteriormente descuartizada en un zoológico del país.
“¡Circo con animales!”, gritó el público en una porra que se repitió algunas veces y que despidió a los seis felinos y protagonistas de la noche.

Posteriormente, apareció un borrachito bailarín entre las gradas que hizo reír a los asistentes, mientras las princesas de Disney se preparaban para salir a escena. También salieron unas chicas vestidas de gatitas y un camello que, aseguraron, era el único animal permitido por el Partido Verde, un camellito café, muy majadero, manejado por dos niños.

El mensaje a lo largo del show fue el mismo: ellos no maltratan a sus animales y  tampoco  quieren despedirse de ellos o acatar leyes.

Hombres que parados de manos subían una hilera de filas, una princesa girando en un aro  y Luis Miguel llegaron al show, sí, Luis Miguel, un dromedario que  aunque al principio se puso nervioso —por las luces, decían—, al final se dejó alimentar por niños. Personal del circo advirtió que su poco pelo era porque “estaba mudando de piel”.

También salió un caballito que brincó obstáculos, algunos minions y no podía faltar la pareja de Frozen para los niños y un Tarzán que giró en una cuerda  bajo de la carpa en un número “sólo para mujeres”.

A lo largo del espectáculo que duró más de dos horas la gente rió y aplaudió esa despedida en la que los artistas recordaron a una de las fundadoras del circo quien falleciera hace algunos días.

¿Qué va a pasar con el espectáculo y con ellos después de mañana? Es la pregunta que queda en el aire.

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