Tierra Colorada es uno de los asentamientos irregulares que existen en la delegación Magdalena Contreras.

De acuerdo con el último censo realizado por autoridades, en dicho poblado localizado en la parte alta de la demarcación habitan alrededor de tres mil 217 adultos.

Hace una década llegaron los primeros pobladores y, a pesar de saber que era una zona de alto riesgo, comenzaron a construir sus viviendas. Aseguran que fue por necesidad.

De acuerdo con Fausto Lugo, secretario de Protección Civil capitalino, Tierra Colorada  “es una zona de costaleras, ya que los vecinos hacen muros de contención con costales”, lo cual no garantiza la seguridad de los residentes.

Luis Castillo Oseguera, autor de cuadernos de educación sindical #78, menciona en su texto La Población de la  Magdalena Contreras; su crecimiento y consecuencias que el asentamiento de Tierra Colorada tiene una década de antigüedad y se desarrolla con una gran cantidad de carencias y limitaciones.

Tierra Colorada pertenece a la colonia San Nicolás Totolapan, cuya extensión es de 106 mil 15 hectáreas o 10 mil 615 km2.  “San Nicolás Totolapan comprende los parajes o zonas irregulares de Gavillero, Ixtahualtongo, Cazulco, Lomas del Christo, Tierra Colorada y la Subestación”, indica Castillo.

En la temporada de lluvias, ésta es otra de las zonas en el Distrito Federal que corre mayor riesgo de deslaves e inundaciones, debido a la inestabilidad de su suelo. La vida de la gente en esos lugares pende de su ingenio para evitar que sus viviendas sean arrastradas por el agua o aplastadas por algún deslave.

EL UNIVERSAL realizó un recorrido por Tierra Colorada a fin de conocer de viva voz cómo es que la población se protege.

María Luisa García López vive en Tierra Colorada con su esposo y sus cinco hijos. Las paredes de su baño son telas que cuelgan de entre los árboles. Las de su casa, son láminas perforadas por los años y el clima.

Cuando llueve, el agua entra por los orificios, según platica la misma María Luisa. En ocasiones, durante la madrugada, deben levantarse para colocar recipientes que atajen la lluvia y así evitar que sus pertenencias se mojen.

Los árboles que hay afuera de su casa son otro peligro, considera la mujer, pues teme que el viento se los eche encima, a ella y a su familia.

Sin embargo, es lo que tienen y es su hogar. Hace cinco años, María Luisa llegó de su natal Puebla con la idea de encontrar un lugar para vivir y lo consiguió, a pesar de los riesgos de vivir en una zona irregular; no pretende abandonar el espacio que ha decidido convertir en su hogar y que en su momento le costó cien mil pesos.

Patricia Escobar es vecina de María Luisa. Su casa está a la mitad de la montaña y el único soporte que tiene son unos costales rellenos de tierra.

Ella asegura que desde hace 10 años, tiempo que lleva viviendo en Tierra Colorada, le han pedido apoyo a las autoridades para poder construir un hogar más fuerte, pues su actual casa tiene techo de lámina, pero dice que no les han hecho caso.

Ante la omisión de las autoridades, la familia de Patricia ha tenido que ingeniárselas para cubrirse de la lluvia: colocan trozos de plásticos sobre sus láminas a fin de que evite el paso de la misma.

Otro de los riesgos que su familia padece es un río de agua pluvial que pasa a un costado de su casa y, aunque han tratado de cambiar su cause excavando zanjas, Patricia teme que en cualquier momento vuelva a retomar su verdadero camino y se lleve su casa.

Ella le teme a la lluvia, más porque sabe que en cualquier momento el peso de la tierra mojada puede ceder y caer sobre su casa provocando un accidente grave, además de que los dejaría sin hogar.

Sin embargo, al igual que María Luisa, no tiene otra opción adónde irse.

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