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Plátanos, manzanas, melones, guayabas, peras, duraznos, uvas, kiwis, naranjas, limones y toronjas transforman el viaje de los usuarios de Metro en el transborde de la estación Balderas.

Imposible no mirar esa explosión de colores que, desde el exhibidor, huacales y canastos, atrae miradas y antoja jugosas mordidas.

“¡Pásele, pásele! ¿Qué le doy, qué va a llevar?” preguntan los dos jóvenes encargados a las amas de casa, oficinistas, enfermeras, médicos, contadores, secretarias, estudiantes y más que se acercan con un denominador común: llenar el estómago.

No es un mercado, pero sí la primera frutería/verdulería que abre como negocio formal dentro de las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo (STC), como proveedora de alimento sano para una gran parte de los millones de usuarios (muchos de ellos obesos), que cruzan por este punto todos los días. Y no será la única pues a corto plazo serán abiertas dos más; una en la estación Indios Verdes y otra en Centro Médico o Salto del Agua.

“Me das un kilo de dominico”, compra una mujer acá. “A mí medio de plátano Tabasco”, dice un anciano por allá. “¿A cómo el jitomate?” pregunta el ama de casa. “Dame una manzana”, pide el deportista. “Ponme dos duraznos”, dice el enamorado que obsequia su encargo a la novia.

“Es que siempre me ha encantado vender la fruta porque es muy socorrida”, afirma William Mata, proveedor del negocio, quien además es dueño de dos bodegas en la Merced y una más en la Central de Abasto. Nacido en Veracruz, su padre lo trajo a la edad de siete años para trabajar en ése mercado donde inició como diablero para seguir como chalán, encargado y finalmente, propietario.

Desde hace cinco años propuso a su amigo, el comerciante Kemmy Taboada, vender fruta en alguno de los 13 locales que él tenía en el Metro con venta de bisutería, regalos y papelería. “Le propuse que nos asociáramos. ¡Imagínate una fruta en el Metro!”, le dije. “Yo tengo la fruta, tú los locales en el Metro. Tienes hambre y ves una fruta fresca, buena, obvio a cualquiera se le antoja y regresa: porque se la llevan a la escuela, la oficina, el trabajo, a su casa. Los que no tienen tiempo para salir o andan movidos o encerrados, son nuestros clientes”, argumenta.

Kemmy no estaba convencido del todo, básicamente por el trámite que implicaría el cambio de giro en uno de sus locales en este mundo subterráneo donde, según datos del SCT, el año pasado viajaron mil 624 millones de usuarios. Por eso consideró la propuesta de William y la planteó ante la asociación de locatarios a la que pertenece. “La gente siempre busca algo que comer, incluyéndome a mí y sólo encuentras palomitas, papitas, chocolates, bisquets y refrescos”, enlistó.

A mediados de septiembre desmontó uno de sus negocios de bisutería y junto con su nuevo socio lo transformó en la novedosa frutería (que aún sin nombre ni imagen establecida), ha dado buenos resultados en los primeros 10 días del mes de prueba que se impusieron.

“Por aquí pasan entre 80 y 100 personas por minuto porque es Balderas. Hay otras estaciones donde apenas circulan 30 y otras con 200 a 300. Calculamos 300 ventas por día, máximo 500 compras pequeñas, no esperamos grandes volúmenes. El local es chico, mide cuatro de largo por uno y medio de ancho. Pero el Metro tiene locales más grandes y hacia allá vamos, pues esperamos poner 50 fruterías en año y medio.

El 11 de octubre por la mañana, el negocio estaba montado con 20 cajas surtidas de fruta, cinco kilos de bolsa, dos básculas y un extintor. “Desde que estaba acomodando la mercancía la gente empezó a pedir ¿Me vendes una fruta? Y no pude venderles porque aún no tenía el permiso”, recuerda William. La venta pudo iniciar hasta las tres de la tarde. “Kemmy cobraba, yo despachaba y al poco rato él no se daba abasto para cobrar. Le pregunté ¿Quihubo Kemmy, es negocio o no? Adelante Willy, seguimos”.

Fue a partir del tercer día cuando establecieron su actual horario: de seis de la mañana a 11:00 de la noche. Por la mañana la principal venta es el lunch escolar que, por cinco pesos, incluye tres frutas en bolsa (plátano, guayaba y naranja). Al mediodía la gente pide plátano o manzana nacional, ya sea por kilo o pieza; la excepción son los kilos de uva y piezas de manzana o durazno importado de Estados Unidos.

El jitomate, pepino y papa se dejaron de vender porque el calor de la estación precipitó su madurez y empezaron a atraer mosquitos. De ahí los socios que consideran incluir en los locales más grandes un refrigerador.

Para surtir esta frutería subterránea, el Metro autorizó a William la entrada de mercancía en un horario de 10 de la mañana a cuatro de la tarde. “Ahora traemos 60 cajas de fruta de Veracruz, Tabasco, Chiapas y Guerrero”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Jorge Gaviño, director del STC, explicó que, a partir de la experiencia con esta primera y única frutería, iniciaron pláticas con dirigentes de comerciantes establecidos en este transporte con la invitación de cambiar sus giros de comida chatarra a alimentos sanos.

Datos oficiales del Metro arrojan que existen mil 480 locales subterráneos, de los cuales 30% (444) son de comida. El funcionario confirmó que se proyecta que, en los próximos 18 meses, 70 locales cambien al giro de las fruterías. “La idea es que, en cada estación importante de las 12 líneas del metro exista un puesto con productos sanos”, afrmó.

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