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Cali— La modelo caleña había bajado de peso y ella misma se quitó el frenillo de la boca para lograr el contrato que la llevó a la Ciudad de México, donde la muerte la sorprendió con golpes y fracturas.
Stephanie Magón Ramírez se quitó por su propia cuenta los frenillos de la boca para mejorar su amplia sonrisa. También hizo todo lo posible por perder cinco kilos de los 55 que pesaba.
Nany, como sus amigos de más confianza la llamaban, soñaba con pasar un concurrido casting en Cali de diferentes agencias de modelaje para obtener un contrato en la agencia de modelos mexicana New Icon Model Management. Y ese sueño empezó cuando le informaron que viajaría a la capital mexicana con el boleto y los costos del viaje pagados.
La agencia también se encargaba de los trámites de la visa de trabajo para ingresar al país donde la muerte sorprendió a la caleña de 23 años en la madrugada del sábado 30 de julio, dejando más de una duda sobre cómo su cuerpo terminó desnudo, con golpes en el rostro, desprendimiento de dientes y costillas rotas.
El cadáver quedó tendido en el pavimento, frente al número 20 de la calle de Miami, entre las calles de Chicago y Arizona.
El cuerpo estaba a unos metros del edificio donde, desde hace 15 días, pagaba el alquiler por una habitación en el cuarto piso. Desde la azotea, según nuevas versiones de la Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México, habría ocurrido una “precipitación” o lanzamiento con impulso.
Antes de viajar, Stephanie estaba emocionada y sus amigos y compañeros de la agencia de modelos caleña M&P también le auguraban éxitos en lo que quedaba de este año y quizás en 2017, si todo salía bien, para extender su estadía en Ciudad de México, entre los flash de las cámaras fotográficas y como modelo de protocolo, es decir, representando la marca de algún producto en el mercado. Además sabía que toda modelo de protocolo sobresale por sus posturas perfectas y por saber modales.
Por eso, hace año y medio, cuando Stephanie ingresó a M&P — empresa creada el 12 de abril de 2013 en el sur de Cali—, la joven de 23 años empezó a tomar clases de etiqueta y modelaje.
Allegados a Stephanie, de ojos verdes y expresivos, comentaron que la veían muy ilusionada y con potencial. Es así que en la agencia creían en su talento y le ayudaban al permitirle pagar menos por cada curso de etiqueta, glamour y modelaje que tomaba.
Su familia vive en una casa del popular barrio la primavera.
Allí compartía un hogar con su esposo Anthony, un disc jockey de música electrónica, y con su hijo de 4 años. Stephanie vivía, además, pendiente de su abuelo materno, Manuel Ramírez, pero en especial de su mamá, Magaly Ramírez, quien desde hace tres años quedó con el dolor y el trauma sicológico, que aún intenta superar con tratamiento médico, por el asesinato del hermano menor de Stephanie. La muerte también lo sorprendió en la calle a Julián David Chicué, en Brasil, donde había viajado en busca de un mejor porvenir.
Una vez que Stephanie obtuvo el contrato para viajar a México, sus amigos de la agencia M&P le organizaron una despedida. “Sabíamos que iba a triunfar y que se le abrirían las puertas”, dijo un amigo que la describió como “una mujer dulce, amorosa mamá, buena amiga, respetuosa y cariñosa”.
Incluso, Stephanie, en videos que había grabado de ella misma y que puso en su página de Facebook decía: “Me encantan los animales, me encanta estar rodeada de gente positiva, gente que me irradie mucha alegría.
“Considero que tengo la alegría de los colombianos, me encanta escuchar un poco salsa porque soy caleña, me encanta bailar, me encanta el reguetón. Me encanta conocer nuevos lugares, hablar con muchas personas porque considero que de cada uno se lleva algo y de cada uno, uno aprende muchas cosas”.
Esa ilusión por brillar en el mundo del modelaje motivó a Stephanie a que ella misma se quitara el frenillo de la boca y a pintarse el cabello de rubio. Además quería ser presentadora de televisión y por eso en este año retomó sus estudios en el Instituto Nacional de Telecomunicaciones (Instel), donde sólo le faltaba cursar el diplomado que le permitía graduarse. Ese diplomado, según el director de Instel, Aleissy Lasso, podía ser a distancia para que Stephanie lograra esos sueños. Lasso la describió como una estudiante activa y con notas dentro del promedio esperado.
Por sus 1.68 metros de estatura, Stephanie era modelo comercial en Cali y no de pasarela o de alta costura. Para ello debía tener como mínimo 1.75 metros. Pero su rostro era tan impactante que la hacía sobresalir, cuentan en la agencia M&P.
“De la agencia se presentaron unas 50 modelos al casting y quedó Stephanie viajando sola. Luego, cuando llegó a Ciudad de México, llegaron otras dos colombianas”, dijeron.
El alojamiento y los demás gastos corrían por cuenta de la agencia New Icon Model Management. Todo el viaje y los viáticos sumaban unos 2 mil 300 dólares —43 mil 148 pesos mexicanos — iba a pagar poco a poco con su trabajo como modelo de protocolo.
Pero los mismos allegados conocieron que Stephanie no se alojó con otras modelos en el sitio programado por la agencia mexicana, sino que se fue al edificio de cuatro pisos en la Calle Miami. Vivía en una habitación.
De allí habría salido el viernes en la noche al establecimiento de eventos privados Foro Normandíe, en el centro de esta ciudad y que equivale a un salón de fiestas o un centro multicultural. Allí habría estado con dos personas, un hombre y una mujer, con quienes Stephanie habría salido un poco desorientada. Horas después se conoció el hallazgo del cuerpo de aquella joven, hija, esposa y mamá, cuyos sueños quedaron truncados entre los golpes que le arrebataron su vida.