Desde que fui diputado en 2009 señalé que la estrategia que emprendía el gobierno de Felipe Calderón para combatir el crimen organizado era equívoca.

He sostenido la tesis que para combatir a la mafia es necesario trabajar en paralelo en 4 vertientes: Estrategia policial-judicial, combate a la corrupción, desarrollo económico y social, y educación.

La primera, la estrategia policial- judicial, se decidió trabajarla con los militares en las calles, sin lograr profesionalizar las policías. Es evidente que esto no funcionó, fue una visión muy limitada y no se estableció ninguna acción para fortalecer la procuración y la impartición de justicia.

La segunda vertiente era fundamental: ¡combatir la corrupción!

Si partimos de la tesis de que no existe crimen organizado sin apoyo institucional, debe combatirse la corrupción que da soporte institucional a las organizaciones criminales.

Es increíble que en los dos sexenios panistas no se haya emprendido una cruzada contra la corrupción, cuando esta era una de las principales banderas del PAN contra el viejo régimen priista. El nivel de corrupción que vive México es de corrupción organizada por lo que debe emprenderse una cruzada paralela contra el lavado de dinero. Esto no ha existido en nuestro país porque aquí no solo se lava dinero de las mafias, sino también de la clase política.

El crimen organizado es un fenómeno multiproductos y multiactividades, que está metido en el tráfico de drogas, en la trata y tráfico de personas, en el robo de combustibles y otro productos que se comercializan en los mercados formales e informales, en el lavado de dinero, y que tiene una apetencia especial por los recursos públicos como lo señala Buscaglia.

Lo que sí es claro es que un Estado, como el mexicano, que mantiene durante tanto tiempo la ausencia y la ineficiencia de su actividad represora contra la criminalidad, es garantía y campo fértil para las mafias.

Giovanni Falcone, el juez italiano, nos dice que la arrogancia de la mafia es directamente proporcional a la ausencia del estado. Yo le he agregado: “A la ausencia o a la complicidad del Estado”, como es el caso mexicano.

Hoy hay que aplaudir al gobierno de AMLO por la decisión de combatir a la mafia del huachicol que involucra políticos, funcionarios de Pemex y otras dependencias, personal del sindicato, empresarios, lavadores de dinero, crimen organizado, etc.

Ha quedado en evidencia que este fenómeno criminal creció con la complacencia y en muchos casos con la complicidad del estado mexicano.

El principal robo de combustible era desde dentro de la organización paraestatal, y el robo en ductos fue tolerado por las autoridades permitiendo que se convirtiera en negocio de pueblos enteros en el territorio nacional. De esto ha dado cuenta de manera magistral Ana Lilia Pérez en sus libros sobre la corrupción de Pemex.

La tercera vertiente es la del desarrollo económico y social; el primero para ofrecer empleo a los jóvenes que si no se les da las oportunidades en la economía formal, el crimen organizado está presto a ofrecérselas.

El desarrollo social es fundamental para cerrar la brecha de la desigualdad. Tiene razón el presidente AMLO con su propuesta de “Primero los pobres”, con la salvedad que yo sugiero que a estos se les atienda con servicios de salud y educación de calidad, así como con oportunidades de empleo y con servicios urbanos de calidad, es decir yo no comparto la idea presidencial de atender a los pobres con dádivas clientelares que ha demostrado que no inciden en reducir la pobreza.

La cuarta vertiente para combatir al crimen organizado es la educación y la cultura. Hay mucho que educar a los jóvenes para formar ciudadanía, formar comunidad y cultura de la legalidad, sentido de responsabilidad y respeto a los derechos de los demás, generosidad, confianza en sí mismos, honestidad, etc.

También es necesario que así como se da educación sexual en las escuelas, necesitamos un programa escolar sobre adicciones y drogas, así como para saber pedir ayuda oportunamente.

También, ante la realidad demográfica que se vive, deben fortalecerse programas emprendedores en el sistema educativo mexicano.

Grandes retos para el sistema educativo para formar y educar a los jóvenes que construirán el nuevo México del siglo XXI.

Ingeniero industrial y empresario

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