El “Informe” Presidencial es mandato constitucional que obliga sea presentado por escrito al Congreso, manifestando “el estado que guarda la administración pública del país”. Dicho escrito no lo lee nadie, aunque debiera ser materia de análisis profundo por legisladores y secretarios comparecientes, “glosa del Informe”. Además, el Presidente da “su” Informe en Palacio Nacional, con escenografía teatral, televisiva, ante un público de empleados, empresarios interesados en el Poder y medios de comunicación contratados para la promoción propagandística. Esta separación entre la información política al Congreso —obligación constitucional— y el Informe Presidencial en Palacio Nacional, hace que la rendición de cuentas obligatoria desaparezca y pierda todo sentido de responsabilidad política, quedando sólo en teatro para la más irresponsable manipulación pública. Teatral desde su debut, Peña, actor, creatura de Televisa, ha ido acrecentando el carácter de espectáculo de “su” Informe para llegar en este penúltimo a una esquizofrenia ajena a la trágica realidad que sufrimos los mexicanos: la mayoría en pobreza sin esperanza y quienes detentan más o menos recursos, en el terror de perderlos bajo el incremento de la violencia que el gobierno no resuelve. Las indicaciones establecidas en los contratos de publicidad, son detectables en los temas destacados uniformemente por comunicadores. Quienes intentan un análisis crítico del largo guión del “telepromter”, tratando de separar la mentira de la verdad, realizan una tarea inútil, porque en realidad toda la estructura es falsa; bastan algunas perlas: “se recuperó la rectoría de la educación”, y tal reforma se apoya en el SNTE, supuesto secuestrador; “los cambios en el sector energético han sentado las bases para que México vuelva a ser líder en este cambio”, sector entregado a su explotación por Estados Unidos; “aunque no se han alcanzado los niveles de desarrollo que se debería, el país está mejor que hace cinco años”, provoca risa; “el andamiaje jurídico está preparado para combatir la corrupción, está perfectamente estructurado”, falso, la sociedad reclama que se estructure. Finalmente, el golpe al adversario que lo aterra: “el país se encuentra en una encrucijada: …el porvenir tiene que construirse y protegerse, sobre todo cuando existen riesgos de retroceso”. ¿Cuál “porvenir”, el desastre que Peña hereda es un México sin “porvenir”.

¿Por qué un Presidente rechazado por 90% de la población, según las encuestas, obligado por la Constitución a “informar del estado que guarda la administración publica del país”, presenta sin pudor estas falsedades? Porque está desesperado ante la más severa descalificación, a diez meses las elecciones él y su partido en caída libre hacía la derrota. Sí, desesperado, acude a la mentira sistemática, arropado por la dictadura mediática, que lo protege de la crítica generalizada, intentando aminorar su desprestigio, en un impresionante show donde aparece falsamente como un actor en “control de la situación”; mentiras dirigidas a sectores económicos y sociales preocupados por la tragedia nacional, presentándoles “avances” y “éxitos a futuro”; para, finalmente, insertar en su “espectáculo”, el ataque al adversario que le genera un miedo cerval, a quien busca destruir con las más viles mentiras, diseñadas por asesores extranjeros, gánsteres difamadores a sueldo, aunque todo esto le haya fallado, como lo revelan las encuestas.

Hannah Arendt profundizó sobre la relación de la mentira con la política, síntoma totalitario: “El embustero no tiene problemas para aparecer en la escena política; su gran ventaja es que… siempre está en medio de dicha escena; es actor por naturaleza; no dice las cosas como son porque quiere que las cosas sean distintas…”. El Informe califica como acto de hipocresía, según la Real Academia: “falsa apariencia de virtud o devoción, fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen...”.

Senador de la República

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