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El desmoronamiento del orden neoliberal está a la vista. Día con día, en diversos ámbitos y latitudes se registran cuarteaduras y desprendimientos en los paradigmas que formaron el frontispicio de El fin de la historia (Fukuyama, 1992) y de su monumental arquitectura político-económica: democracia, mercado, apertura, integración de las economías.
El cambio epocal se manifiesta en un amplio abanico de acontecimientos. Lo constatamos en la trágica retirada de la democracia liberal en muchos países, vencida por el avance de los populismos de derecha e izquierda. Todo indica que el próximo domingo en Brasil se impondrá este fenómeno, lo cual provocará un sacudimiento geopolítico en el Cono Sur y en la región latinoamericana.
La misma tendencia se aprecia en lo que ocurre con las agencias calificadoras, otrora respetados e intocables actores de los circuitos financieros internacionales. Sus temidos e infalibles dictámenes parecen perder fuerza de convencimiento frente a los responsables de conducir las economías de los Estados soberanos.
Dos casos recientes nos hablan de la configuración de una nueva correlación de fuerzas en esta cancha. El gobierno recién electo en Italia, formado por la nacionalista Liga y el anti sistémico Movimiento 5 Estrellas (M5S), elaboró un plan presupuestario para 2019 con fuerte aumento del gasto público. Para ganar, ambos partidos ofrecieron a los electores el oro y el moro y ahora tienen que convertir en hechos sus discursos.
Su programa económico estima un déficit de 2.4% del PIB para 2019, cifra que encendió las alarmas en la Unión Europea, toda vez que significan un rompimiento de la normativa establecida por Bruselas en materia de corresponsabilidad fiscal. En días recientes el comisario europeo de asuntos económicos, Pierre Moscovici, notificó a su colega del ministerio italiano del ramo, sus preocupaciones sobre tal proyecto. Por su parte la agencia calificadora Moody’s sacó la tarjeta amarilla: redujo la calificación de los bonos italianos.
Frente a sendas llamadas de atención, el líder de la Liga, ministro del Interior, Mateo Salvini, aseguró que nada moverá a su gobierno del planteamiento presupuestario. De igual forma el jefe del M5S, Luigi Di Maio, ante la amonestación de la calificadora, expresó: “La rebaja de Moody’s la recibo con una sonrisa, nos la esperábamos…”
Aquí en México ha ocurrido algo semejante. La semana anterior las calificadoras Moody’s y Fitch Ratings prendieron las luces ámbar, por el anuncio que hiciera el presidente electo, sobre la futura suspensión de ventas de petróleo al exterior, para privilegiar el consumo interno.
Moody’s fue clara: “El anuncio que hiciera el gobierno entrante de eliminar las exportaciones de petróleo tiene implicaciones negativas tanto para Pemex como para la calidad crediticia del gobierno…” Un día después Fitch actuó: informó que ante la incertidumbre sobre la estrategia comercial que desarrollará Petróleos Mexicanos en el corto plazo, decidió revisar su calificación de estable a negativa, ante un posible debilitamiento de su estructura de capital.
La respuesta del nuevo poder no tardó en llegar: López Obrador encaró severamente a la calificadora: “la reforma energética que ellos avalaron, ha resultado un rotundo fracaso. Ojalá y ellos también asuman su responsabilidad (…) no se ha extraído un solo barril en cuatro años…” Este es apenas el primer round; el segundo comienza hoy con la consulta sobre el NAIM. Para bien o para mal las repercusiones de la decisión impactará al sistema financiero internacional.
Este choque frontal, entre los actores políticos nacionales y los tomadores de decisiones globales supraestatales, es un signo de los tiempos. Se trata de un pulso de poderes que apenas comienza, tiene potente carga de futuro. La redefinición del globalismo como lo conocimos hasta ahora está en marcha.
Analista Político. @L_FBravoMena