Apenas la semana pasada, el Instituto Nacional Electoral (INE) anunció que en el proceso electoral de 2018, pretende realizar tres debates entre los candidatos a la Presidencia de la República y que éstos se llevarán a cabo en Tijuana, Mérida y en la Ciudad de México. Soy un convencido de la importancia que en una democracia tienen los debates entre candidatos, pero considero que, más importante que el número de debates y los lugares en que se lleven a cabo, es su formato y cuántos participan en cada uno de los ellos.

Con la revolución de las tecnologías de la comunicación y la información y el enorme crecimiento de la influencia de las redes sociales, la ciudadanía se ha vuelto más crítica de los proyectos políticos y de las propuestas planteadas por los candidatos en las campañas electorales, y exige mucho mayor y más clara información antes de comprometer su apoyo o su voto en favor de un proyecto o de un candidato.

Y, justamente, uno de los elementos que caracteriza a las democracias modernas es la capacidad de otorgar información a la ciudadanía con el fin de que conozca de manera crítica y puntual las propuestas y a los candidatos por los que podrá emitir su voto el día de la elección. Por ello, debe ser una prioridad de la autoridad electoral, que es la responsable de la regulación de los debates entre candidatos, establecer que éstos tengan el formato adecuado para que el ciudadano encuentre en ellos toda la información que requiere a la hora de emitir su voto.

Los debates entre candidatos a la Presidencia de la República en nuestro país son relativamente recientes: el primero de ellos se dio entre tres de los candidatos presidenciales en la campaña de 1994 y tuvo un impacto formidable. Sin embargo, en las últimas campañas se ha optado por un formato demasiado rígido que hace casi imposible la confrontación de ideas, lo que los vuelve inútiles y aburridos. Y, por si esto fuera poco, se invita a todos los candidatos que participan en la contienda. Todo ello vuelve muy difícil que se logre el objetivo primordial de dar a cada uno de los ciudadanos toda la información que requiere para tomar su decisión.

Por lo que sabemos, el INE ha tomado la decisión de flexibilizar el formato para hacer más ágiles los debates. Qué bien que así sea. Es importante que se obligue a los participantes a responder a los cuestionamientos que los demás hacen y que los moderadores puedan intervenir y también cuestionar. Considero también de la mayor importancia que no tengan que ser convocados a los tres debates todos los candidatos que participan en la contienda. Una alternativa podría ser: que al primero de ellos, fueran convocados todos; al segundo, sólo los tres candidatos que tengan la mayor intención de voto en una encuesta levantada por la propia autoridad electoral; y, que en el tercer debate, únicamente participen los dos candidatos punteros. Esto haría que los debates captaran el mayor interés de la sociedad y se convirtieran en un verdadero instrumento ciudadano que coadyuve a una decisión más informada.

En contraste con lo que ocurría hace algunas décadas, hoy en México se puede debatir con libertad, sin temor a represalias de ningún tipo por parte de cualquier autoridad. Hoy la pluralidad de partidos, de ideas, de propuestas y la libertad de manifestar los disensos y los acuerdos es una realidad. Nuestra democracia, por lo menos en eso, sí ha madurado. Hoy los mexicanos contamos con una importante cantidad de información para definir nuestro voto. Los espacios para simular realidades, fallas o trayectorias se han reducido considerablemente.

La autoridad electoral tendrá la última palabra. Si existen reglas claras para los debates desde antes de que inicien las campañas tendrán que ser aceptadas por todos y habremos dado un paso importante con el que nuestra democracia, seguramente saldrá fortalecida.

Abogado. @jglezmorfin

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