Qué lamentables imágenes vimos la semana pasada: un alcalde de un importante municipio del estado de Sinaloa, se burlaba del estado físico de una alumna de primaria, delante de sus compañeros y de su propia maestra que, en vez de ponerse del lado de la alumna, buscaba explicaciones que reforzaban los agravios pronunciados por el susodicho alcalde. Sería deseable que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), aplicara una sanción ejemplar a quien fue capaz de una conducta tan inapropiada hacia una menor de edad.

Este caso ha llamado mucho la atención por tratarse de un asunto en el que se ve involucrada una autoridad, sin embargo, agresiones a nuestros niños en las escuelas se suceden día a día; se trata de un tema en el que poco se ha hecho o muy poco se ha avanzado, que tiene que ver con el cuidado de nuestras niñas y niños. Por desgracia, en los últimos años hemos visto un aumento en la frecuencia y dramatismo de los reportes en medios de comunicación sobre casos de violencia en las escuelas.

Lamentablemente, no estamos hablando de una percepción, sino de una realidad. Menciono algunos datos que arrojó el Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje, realizado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE): México presenta los niveles más altos en robos, agresividad verbal y física de los alumnos de educación secundaria entre países de la OCDE; 24%de los estudiantes de primaria sufre burlas; 17% de los alumnos de primaria reconoce haber sido lastimado por otros alumnos. Por otra parte, el Informe sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México, elaborado por la Secretaría de Educación Pública y la UNICEF, ha encontrado que 9 de cada 10 niños han sufrido alguna agresión por parte de sus compañeros.

Estamos ante una situación a todas luces inaceptable. Como sociedad, no podemos permitir que nuestros niños pierdan su tranquilidad ni que nuestras escuelas dejen de ser espacios de convivencia respetuosa. La violencia escolar es un fenómeno socio-cultural que exige una respuesta integral de todos los sectores de la sociedad.

En este momento se están discutiendo en el Congreso cambios a la legislación en materia educativa. La legislación debe de proteger la integridad de niños y jóvenes y, por lo que toca a este tema, deja mucho que desear. Algunas de nuestras normas jurídicas aplicables como la Ley General de Educación o la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, no tienen disposiciones aplicables. Hace falta una legislación específica para combatir la violencia y la discriminación en las escuelas. Una ley que, en primer lugar, ponga énfasis en la prevención para que contribuya a generar una nueva cultura para una sana convivencia.

Los profesores y directivos son fundamentales, de ellos depende guiar con el ejemplo y favorecer una cultura de respeto. Los padres de familia tienen un rol muy importante; es en el hogar donde se deben inculcar valores como la empatía, el respeto y la sana convivencia. Un niño que puede conversar por lo menos una vez al día con su padre o con su madre, está recibiendo afecto, que seguramente se corresponderá con su actuar en el día a día de su escuela.

Es necesario revisar las mejores prácticas internacionales, las experiencias y los aprendizajes de otros países donde se ha enfrentado con éxito este problema. La violencia escolar no es un fenómeno aislado que esté ocurriendo sólo en un país o en un sector socioeconómico, es un problema que está presente en todos lados. Es un reflejo de una sociedad que necesita preguntarse qué estamos haciendo para cuidar a nuestros niños y jóvenes y para inculcarles valores.


Abogado. @jglezmorfin

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