El 1 de julio de 2018 es decisivo para México. Las mexicanas y los mexicanos vamos a votar para elegir Presidente de la República, 500 diputados federales, 128 senadores, ocho gobernadores y al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, a todos los diputados locales en 28 entidades federativas y, a todos los alcaldes en 24 estados y en la Ciudad de México, más de 2,700 cargos de elección popular. Pero lo realmente importante no radica en el número de cargos en disputa, sino en el rumbo que le daremos al país.

Vale recordar que el voto libre, secreto y respetado se empezó a ejercer hace apenas pocos años. Después de más de 70 años de régimen de partido casi único, en 1989 se reconoció por primera vez el triunfo de un candidato de oposición a un gobierno estatal en Baja California, y fue hasta el año 2000 que se dio la primera alternancia en la Presidencia de la República. Así, con sus altibajos, de la mano del voto, se ha ido dando la transformación democrática de México, fruto de una larga lucha de todos los mexicanos que anhelamos un país mejor. Una vez más en el marco del proceso electoral, el 1 de julio, los mexicanos tendremos la oportunidad de votar por lo que consideremos mejor para nuestro país.

En la elección de 2018, nuevamente pondremos a prueba no sólo la fortaleza de las instituciones electorales, sino también, y quizá en mayor medida, la calidad democrática de todos y, fundamentalmente, de los partidos y sus candidatos. El proceso electoral actual tiene rasgos atípicos. Será una elección entre tres coaliciones electorales y un número aún no definido de candidatos independientes y el contexto en el que habrá de desarrollarse se vislumbra altamente competitivo. En democracia, la competencia debe ser inducida desde las instituciones y alentada por los actores sociales. Ayuda a oxigenar el sistema de partidos e incentiva a los candidatos a diferenciarse ante sí, dando elementos a los electores para emitir un voto más razonado.

Con la llegada de la democracia en los últimos años, México ha registrado transformaciones a la velocidad y profundidad que la ciudadanía ha exigido, cambios necesarios y útiles en democracia; transformaciones que en el viejo régimen eran impensables o, en el mejor de los casos, hubieran sido mucho más lentas. Las transformaciones se han dado no por voluntad exclusiva de un partido político, sino por la voluntad de todos los que quieren construir un país mejor. Los avances logrados estarán en juego en la próxima elección. Es sumamente importante dar continuidad al fortalecimiento de nuestras instituciones y cultura democrática que hemos logrado en las últimas décadas y lo debemos tener presente a la hora de ir a votar.

La próxima elección representa también la oportunidad de avanzar en otro tema que es fundamental. Es un hecho que la democracia en México nos ha dado plena capacidad para organizar elecciones regulares, libres y pacíficas en las que el voto cuenta y se cuenta correctamente. Pero, la democracia no debe de limitarse a lo estrictamente electoral, tiene que servir para construir gobiernos honestos, capaces de producir bienes públicos para las mayorías. Eso, definitivamente no lo hemos logrado y por ello podemos percibir a una sociedad desencantada y enojada con todo lo que tiene que ver con partidos, legisladores, políticos, gobiernos, etc.

Sin duda, la democracia en México enfrentará una dura prueba en el 2018. Todos, sociedad y gobiernos, muy especialmente partidos y candidatos, tenemos la obligación de arropar y fortalecer lo que tanto tiempo y esfuerzo ha costado construir. No hacerlo, sería irresponsable y sumamente costoso para nuestra República y para todos nosotros.

Abogado. @jglezmorfin

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