Los signos de los tiempos actuales son los de un mundo altamente volátil, incierto, complejo y ansioso. Se trata de la época que nos tocó vivir —conocida como VICA por sus siglas-— de acuerdo a diversos pensadores.

Las realidades que han surgido a partir de esta época eran impensables hasta hace poco tiempo: gobernantes de democracias consolidadas que mienten de manera consuetudinaria, resultados electorales inesperados —aparentemente irracionales— y nacionalismos que parecían superados entre otros estallan enfrente de nosotros sin que tengamos claridad cómo es que llegamos aquí.

¿Quién hubiera podido sostener hace menos de un lustro que Estados Unidos o el Reino Unido, paladines de la globalización serían algunas de sus principales amenazas?, y peor aún, ¿que un sistema político centralizado como el de China sería el gran defensor de ella?, ¿qué analista político podía haber sugerido meses atrás la salida del poder de Mariano Rajoy en España?, y ¿que quién lo sacó ganaría claramente por primera vez una elección a la que fue obligado a adelantar?

Vivimos una época en la que los cambios ya no llegan a través de tendencias, sino que se presentan como irrupciones haciendo saltar por los aires cualquier intento de planeación a largo plazo, cualquier intento de entender lo que ocurre a nuestro alrededor.

En un ambiente de esta naturaleza se ha provocado la erosión de valores culturales que hasta hace poco eran generalmente aceptados y que han servido durante siglos como referente social. Es el mundo líquido que se nos escapa de las manos al que se refería Zygmunt Bauman.

En un mundo de estas características es muy difícil encontrar caminos de respuesta a las grandes necesidades del hombre. La ruptura de referentes y la pluralidad de respuestas —muchas de ellas en sentido contrario— generan un estado de confusión generalizada sobre la ruta a seguir en la vida de las personas.

Ante esta realidad, el único modo de encontrar de manera certera el rumbo a seguir en la vida es a la vista de ejemplos encarnados en personas concretas. Referentes que demuestren que un determinado modo de comportamiento, la persecución de ciertos ideales y la congruencia son posibles aún en los escenarios más adversos.

Ninguna idea discursiva posee la fuerza del ejemplo encarnado en una persona. Existen muchos ejemplos en la historia de personas ejemplares que asumieron liderazgos transformadores en tiempos turbulentos como Mahatma Ghandi o Mandela. Vidas ejemplares que fueron capaces de cambiar el rumbo de las circunstancias, dejando a su alrededor un sentido esperanzador de la vida y un modo de ser en plenitud replicable para sus contemporáneos.

Hoy más que nunca se requiere el surgimiento de referentes que sirvan de guía de transformación, que muestren caminos de salida a la crisis actual distintos y alcanzables.

Si bien es cierto que en la actualidad el surgimiento de referentes es más difícil que en otros tiempos por la marca cultural de la crítica exacerbada y la tensión social, es necesario su surgimiento. Sólo en la medida en que ocurra será posible encontrar salidas a la problemática actual.

Rector de la Universidad Panamericana

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