En la campaña panista de 2006 apareció la comparación de López Obrador con Hugo Chávez, asociada a aquello de “Es un peligro para México”. Muchos analistas consideran que fue todo un éxito, y que justo por eso AMLO perdió los 10 puntos de ventaja que en promedio aún en marzo mantenía en las encuestas. Desde luego la propaganda negativa puede y suele tener efecto, pero no por sí misma; debe hacer énfasis o empatar con rasgos del personaje que la gente pueda identificar como reales.

En 1991 hubo también propaganda negativa contra el doctor Salvador Nava en San Luis Potosí, pues el PRI utilizó el slogan “Di no a la violencia”. Cualquiera que conociera al doctor Nava (y los potosinos lo conocían de sobra) sabían que podía ser lo que fuera menos violento. Si perdió oficialmente no fue por dicha propaganda, sino por falta de equidad electoral.

En 2006, AMLO estaba seguro de que ganaría, y cometió varios errores que le hicieron perder su ventaja. Y sabemos que en situación de empate técnico basta un monto reducido de irregularidades para modificar el resultado. Esos errores, en general, fueron; a) Mantener un discurso dirigido a su voto duro, que le alejó muchos independientes y moderados; b) faltó al primer debate, lo que le hizo perder al menos cuatro puntos; c) No se reunió con banqueros ni empresarios (a los que generalizó como evasores de impuestos) para explicarles su política económica, lo que generó más desconfianza aún; d) se peleó con todos, siendo que cuando se ocupa el primer lugar no conviene hacerlo; el ejemplo típico de ello fue el “Cállate chachalaca”; e) no aceptó alianzas que le hubieran podido dar los votos que le faltaron, como reconciliarse con Cuauhtémoc Cárdenas o aceptar la declinación de Patricia Mercado en su favor a cambio de signar algunos puntos de la agenda del partido de Mercado.

Es decir, la comparación con Chávez estuvo acompañada de otros actos y errores de López Obrador, que hicieron suficientemente vendible aquella imagen. Ahora podríamos tener más elementos de comparación entre los dos personajes, por más que dicha comparación haya perdido eficacia después de 2006. ¿Hay semejanzas? Algunas, sin ser idénticos. Desde luego, Chávez ofreció una genuina transformación nacional (la Quinta República) que llevaría a Venezuela a donde nunca había llegado; era la revolución bolivariana. Es típico de los proyectos populistas. Millones creen en esas utopías, que generalmente terminan en profunda decepción (cuando no en un desastre nacional).

Hay varias coincidencias; un modelo político agotado, con partidos tradicionales que abusaron del poder, y se hallaban altamente desprestigiados; un líder carismático de origen popular, con una promesa de transformación radical y definitiva del país a favor de los pobres y en perjuicio de las élites; un triunfo arrollador que dejó debilitada, dispersa y desprestigiada a la oposición. Y un discurso con elementos típicos del populismo.

Cuando se revisan diversos documentales y videos de Chávez, en discursos y entrevistas, aparecen declaraciones que recuerdan en alguna medida la retórica de López Obrador: “Yo me siento bañado de amor”, decía a sus seguidores. “El que quiera ver una democracia pujante, sólida, madura, venga a Venezuela”, “El capitalismo siembra odio”, “Los ricos no trabajan, son flojos… y viajan, y fiestas, y andan en la high”. “Los ricos que sean dignos, salgan de su riqueza, como dijo Cristo mi Señor”. “Esta revolución es profundamente cristiana”. “Cristo es uno de los más grandes revolucionarios”. “Algunos dicen que soy pastor evangélico”. “El que es chavista, es chavista, no es que la mitad sí y la mitad no, si estás con Chávez, estás con Chávez, si no, estás contra Chávez”. “Chávez ya no soy yo, Chávez es el pueblo”. No necesaria ni inevitablemente México ha de transitar por esa ruta, que llevó a Venezuela a su actual ruina, pero hay algunos paralelismos con la parte inicial de la revolución bolivariana, que además siguen la directriz fijada en el Foro de Sao Paulo.

Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

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