Usted, querida lectora, estimado lector, no tiene refugio fiscal frente al SAT, aunque quisiera. Sí, en el mes pasado, no he tenido nada que declarar por concepto de honorarios y se me olvidó declarar en cero, el SAT me multa de manera implacable. En cambio, en México y en el mundo entero, las grandes compañías y los individuos multibillonarios saben cómo hacerle para que el SAT de México, Francia, EU, la Unión Europea, etcétera, no puedan (¿no quieran?, dice el mal pensado) cobrarles lo debido.

En noviembre del año pasado, la prensa nacional e internacional, alertada por el diario alemán Süddeutsche Zeitung que había recibido de una fuente anónima los Paradise Papers, Papeles del Paraíso (fiscal), nos reveló un nuevo escándalo, después de los Expedientes de Malta (2017), Papeles de Panamá y de Bahamas (2016), y de los varios Leaks de Suiza, Luxemburgo y China, en 2015 y 2014. Escandaloso, pero nada nuevo bajo el cielo. Como lo escribió el periodista y novelista argentino Martín Caparrós: “los muy ricos son muy ricos y quieren ser más ricos todavía y no piensan detenerse ante nada para serlo”. Para lograrlo, buscan evadir al máximo los impuestos y contratan “batallones de expertos para encontrar las mejores maneras de burlar al sistema. A veces no son ilegales; otras sí (…) para defraudar a tu Estado, a tus compatriotas”. Resulta que los más ricos, no usted, ni yo tampoco, son los que tienen más posibilidades, hasta legales, de escapar a la ley.

Nuestro querido SAT, que ya no se llama “Lolita”, se indignó cuando se mencionó que hay registros de muchos mexicanos, empresarios o no, desde Carlos Slim hasta el difunto Marcial Maciel (Que en Paz No Descanse), pasando por el líder sindical Joaquín Gamboa Pascoe. Ciertamente se encuentra en excelente compañía con la reina de Inglaterra, Bono y Shakira, Wilbur Ross, secretario de Comercio de los EU y más de una docena de altos funcionarios y patrocinadores de Donald Trump. Nuestro querido SAT informó, creo recordar, que en enero del año en curso investigaría los casos de los contribuyentes en México mencionados en los Papeles paradisiacos.

Queridos lectores, no esperen nada de las investigaciones prometidas; a diferencia de los Papeles de Panamá, lo que revelan los del Paraíso es, en la mayoría de los casos, perfectamente legal. Así como nada le prohíbe a una empresa sacar placas para sus vehículos en el Estado de México, porque es más barato que en la CDMX, nada impide registrar yates o aviones en una isla que no visitará nunca el dueño y uno puede hacer transitar, de manera ficticia, la mercancía por refugios fiscales. No se trata de lavado de dinero por parte del crimen organizado, sino de un método de evasión fiscal que aprovecha las rendijas que ofrece la mundialización de la economía. Ustedes y yo, como personas reales que tenemos un domicilio fijo perfectamente localizado en un país soberano, no debemos ni podemos escapar al fisco nacional, lo cual me parece bien. Pero “aquellos” encuentran en el mundo entero verdaderos “agujeros negros” donde nadie los puede fiscalizar.

“Aquellos” son grandes empresas, deportistas, artistas, jefes de Estado, ministros, incluso ministros de Hacienda, responsables del SAT de su país que actúan como inversionistas que buscan maximizar la ganancia. Nada nuevo. Sí y no, porque la gran novedad es el eficiente profesionalismo de sus batallones de abogados que logran evadir los impuestos con toda legalidad. Un Estado responsable tiene que cobrar impuestos, para financiar su acción. El problema es que, para no molestar a los inversionistas que pueden irse en cualquier momento, los Estados, todos los Estados, prefieren cerrar los ojos. Por eso no espero nada de las investigaciones del SAT. Por eso 40% de las ganancias de las multinacionales se encuentran en paraísos fiscales; los Estados lo saben y no hacen nada. Las multinacionales de la industria, financiera y numérica, no pagan impuestos. Por eso, las clases medias, tanto en Francia como en México, son las que soportan la carga tributaria, sin la cual no puede el Estado cumplir con sus funciones sociales.

Investigador del CIDE. Jean.meyer@cide.edu

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