La violencia sexual y basada en el género es la forma más extrema de la desigualdad global y sistémica que sufren las mujeres y niñas. No conoce fronteras geográficas, culturales ni socioeconómicas. En todo el mundo, una de cada tres mujeres será objeto de violencia física o sexual en algún momento de su vida, en formas que van desde la violación y la violencia doméstica, hasta la intimidación y el acoso en el trabajo y en internet, como lo ha sostenido el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, en Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y que nos llama directamente a los hombres a unirnos, #NosotrosPorEllas.

No se trata de un llamado general ni tampoco impersonal, te llama a ti, a mí, a nosotros, a los del género masculino a reconocer una realidad de la que todos en mayor o menor medida tomamos parte, y que impide el avance integral de nuestra sociedad, porque aún en el siglo XXI persiste la violencia en contra de las mujeres, que pueden perder hasta la vida por la sola condición de su género, como lamentablemente ha ocurrido recientemente en diversas entidades, como el Estado de México y Morelos, y que han sido denunciados y advertidos por alertas a causa del importante número de feminicidios que se cometen en su territorio.

¿Por dónde debemos comenzar para eliminar la violencia en contra de la mujer? Desde luego en el hogar, donde persisten actitudes ahora conocidas como neo-machismo que son acciones sutiles que impiden igualdad en el trato y en las obligaciones de las parejas derivadas de la vida diaria.

Enseguida en la escuela, porque es precisamente en la educación de las nuevas generaciones donde podemos sembrar con éxito para el futuro; donde se puede cultivar desde la más tierna infancia el respeto y aprecio por las mujeres; así como la cultura de igualdad de géneros basada en el principio básico eterno e inmutable de que todos somos iguales, somos personas con los mismos derechos y dignidad.

En este esfuerzo mundial por eliminar la violencia en contra de las mujeres, no se trata solamente de que a “las mujeres no las toquemos ni con el pétalo de una rosa” es mucho más amplia la visión, se busca que logremos empoderarlas en la vida política y que tengan igual acceso al poder que los hombres; de eliminar la violencia de cualquier tipo en los hogares; de que los salarios sean iguales entre ambos géneros por trabajo igual; de que no exista más el acoso laboral; de invalidar en los medios de comunicación impresos y digitales la promoción de programas que hagan apología de la violencia en contra de la mujeres o que promuevan antivalores en materia de género.

Desde luego que, en el sostenimiento de políticas públicas para lograr eliminar la violencia en contra de la mujer, quienes ejercemos el servicio público tenemos una gran responsabilidad. De hecho tenemos la obligación ética de constituirnos en el motor del movimiento, promoviendo además la participación activa de la sociedad organizada.

En la Cámara de Diputados se ha trabajado en este sentido, para establecer en diversas leyes, por ejemplo, la paridad horizontal y vertical en la designación o nominación de mujeres a cargos de elección popular; un ejemplo de ello, es que por primera vez las mujeres diputadas constituyen ya el 42% del total de los integrantes de este Poder Legislativo.

Estoy cierto que el camino aún es largo, abolir la esclavitud en el siglo pasado parecía imposible, pero hasta los muros que nunca soñamos se pueden abrir.

Vicepresidente de la Cámara de Diputados

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