Millones de personas compartimos con el presidente su declarado gusto por las sensuales bugambilias. Mencionaríamos también el alma violeta de las jacarandas y las nochebuenas. En una de esas, escribiríamos de agapandos, hortensias y nomeolvides. Pero ahora se cumplen 100 días de gobierno de AMLO y se impone una revisión de sus expectativas y acciones.

Sin su victoria, quizá el país se encontraría sumido en una vorágine de violencia política. La aprobación del presidente sigue en aumento en casi 4 puntos más desde diciembre y llega a un 67%. De ese tamaño es la esperanza que la población tiene puesta en él.

El presidente está frente a la oportunidad de poder cambiar parte de los enormes rezagos y atrasos que sufre nuestro país. Pero nada indica que ese sea, con certeza, el camino que ha decidido seguir.

No es tiempo de flores.

Las finanzas públicas y privadas, la economía toda resiente efectos iniciales de calificaciones negativas como consecuencia de confusas, insuficientes y equivocadas decisiones de política energética. Las deudas se encarecen. La confianza internacional se deteriora, consecuencia del NAIM cancelado y de los proyectos de reemplazo que no convencen a las aerolíneas, orilladas a asumir sobrecostos de operación. Los paros y movimientos de huelga se extienden al calor de una primavera sindical en la que pocos creen. Los acreedores del gobierno se truenan los dedos ante ventanillas de pago aletargadas o de plano cerradas sin explicación del por qué no llegan de Hacienda los recursos.

Las subastas de los autos blindados y de la flota aérea del gobierno, son medidas reconocidas y aplaudidas desde un amplio sector popular cuya memoria registra imborrable la austeridad de su día a día comparado con las historias de la frivolidad y corrupción de la clase política.

En el 2012 muchos de los simpatizantes de AMLO mencionaban que su gobierno sería más parecido al de Lula (el presidente brasileño hoy en prisión) que al gobierno de Chávez en Venezuela.

Los escándalos que condujeron a Lula a proceso, a la cancelación de su candidatura para un tercer mandato, hicieron que políticos y analistas voltearan la vista a otros horizontes. En este olvido conveniente, vale la pena hacer algunas comparaciones.

Lula incluyó como vicepresidente a un reconocido empresario y se atrajo la confianza del sector privado. AMLO incorporó un regiomontano exitoso como su Jefe de Oficina, puesto importante; pero a diferencia de otros presidentes, no toma en cuenta sus opiniones, sino lo hace patinar en público, exponiéndolo incluso al ridículo.

Lula partía del principio de que era necesario recobrar la autoestima y dignidad de los brasileños y respetó la opinión de sus colaboradores. AMLO divide y polariza, disfruta colocarse desde el poder presidencial en el centro de toda polémica.

Con Lula, Brasil salió pronto de la crisis, sus principales objetivos eran devolver la credibilidad internacional de su país y con ello lograr reconstruir la confianza interna y externa generando crecimiento, desarrollo y avance en todos los indicadores sociales. Fijó la vista en la unidad y en la reconciliación. El capital y las empresas tuvieron garantías de su trabajo e inversión, con lo cual logró revaluar la moneda. El mercado interno se expandió, comercio y exportaciones crecieron sin generar inflación al estar sostenidos por una base de productividad y trabajo.

Lula percibió que para poner a Brasil de nuevo en el mapa de la inversión y la economía convenía ir a foros internacionales, como el de Davos; se hizo asiduo incluso a asistir durante su gestión. No es el caso del mexicano, quien canceló de inmediato su participación.

Lula y su gobierno y las empresas crearon condiciones para sacar de la pobreza a 30 millones de brasileños. Se promovió para ello la inversión privada en infraestructura, creció la economía, se abrieron mercados para productos brasileños en lugares hasta entonces desconocidos, convirtiéndose por ejemplo, en un gran exportador de Soja a China, de zapatos y otras manufacturas. Aumentó la credibilidad hacia Brasil, que alcanzó tasas de crecimiento del 7.5 por ciento.

Reforzó el entramado institucional de Brasil y los organismos autónomos disfrutaron del respeto y apoyo desde el gobierno, pues sólo así se puede construir una democracia efectiva.

Petrobras se convirtió en una petrolera internacional al incrementar su producción de petróleo y biocombustibles e incursionó en la explotación del gas y todo esto multiplicó diez veces el empleo de la paraestatal petrolera. El estado brasileño conservó el 38% del control accionario permitiendo la participación de capitales privados.

Nuestro país acumula tormentas de variada intensidad en múltiples campos, sea en temas del Tribunal Electoral, de la Comisión Reguladora de Energía o con las primeras decisiones sobre Pemex, con los atropellos a la Ley del Fondo de Cultura Económica, la cancelación repentina de ProMéxico sin otra estructura que hasta el momento lo supla, la cancelación de programas de actividades del turismo como la Fórmula Uno, el desfile-carnaval del Día de Muertos, el Seguro Popular, las estancias infantiles, los refugios para mujeres maltratadas o los comedores comunitarios, etc. Hay prisa en un manejo sin rumbo en la entrega de dinero a jóvenes, madres solteras, niños, hijos de madres solteras y personas de la tercera edad. Parecieran no tener idea de la complejidad del entramado social y de las diferencias entre los distintos segmentos de la sociedad mexicana, caracterizada desde el poder con el genérico nombre: el pueblo.

En sólo cien días se han perdido 600 mil empleos, los estímulos a la cultura están cancelados, la reforma energética parece en vías de lenta e implacable demolición. Sólo faltó que la educación se entregara a la CNTE.

Distribuir ingresos requiere generarlos, pero en México hay una tendencia decreciente en la recaudación federal y local, por más que el impuesto a las gasolinas, IEPS, haya aliviado el descenso en la captación del trimestre, comparado con igual periodo del 2018.

Los microcréditos se extendieron en Brasil con tasas de interés bajas; en México, la tasa de interés de los mismos instrumentos registra tasas del 65 por ciento anual.

Lula buscó promover la movilidad social, sin criterios electoreros, logró tasas de desempleo menores a las de USA y Alemania basado en el orden y progreso logró que se le reconociera como el político más popular del mundo.

En sus primeros 100 días, Lula también logró la reducción de los delitos de alto impacto. En nuestro país van en aumento y en estos primeros 100 días también crecen el secuestro, homicidios, ejecuciones, feminicidios y asaltos en transporte público.

Es claro que a la espera de la puesta en marcha de la Guardia Nacional no existe aún un programa de seguridad, mientras que la amnistía, e incluso la indemnización a delincuentes, abonan de impunidad.

El presidente de México, sin dejar de interesarse en la belleza de las bugambilias, podría informar cómo organizar un gobierno eficaz en el que el desarrollo económico y social crezca realmente, pero aderezado con menos promesas y mejores resultados.

Exprocurador General de la República

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