El Señor Cristiano de la Cuarta Transformación ha convocado a un evento auto-celebratorio y de comunión con sus fieles, en el Zócalo de la Ciudad de México, frente a su residencia, el primero de julio. Él lo llama informe y sus críticos, que no están a gusto con nada, anticipan un ejercicio de retórica populista. ¿Qué será en realidad? ¿Alabanza en boca propia? ¿Informe?

Desde luego, nadie espera que nos confiese que desconfía de su partido político y que por eso apuesta al dinero público para asegurarse 22 millones de votos en el 2021. En las pasadas elecciones, sin contar los votos nulos, Morena obtuvo menos votos que el PAN, partido por partido, y en algunos estados, como Tamaulipas, fue derrotado en toda la línea, sin posibilidad de quejarse.

Tampoco es dable esperar que nos diga cuánto tiempo espera que dure la 4T. Como le gusta referirse a Hitler, alguien podría pensar que su horizonte es como el del Tercer Reich, unos mil años, para empezar. Otros dirían que 11, como la Guerra de Independencia, o siete, como la Revolución. Algunos más, que 57, lapso entre las guerras de Independencia y de Reforma. No faltaría el optimista que crea a pie juntillas el Plan Nacional de Desarrollo y arroje 6 años como respuesta.

Mucho menos se puede esperar que confiese sus planes para perpetuarse en el poder, como advierte Mario Vargas Llosa, cuyos libros han sido amenazados con la pira por seguidores del entonces candidato y ahora presidente. Cierto, ya tiene piezas en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el INEGI, en el Banco de México, en los organismos autónomos, en los medios de comunicación, pero la sociedad mexicana es muy grande e informada. México no es Venezuela, ni Cuba ni Nicaragua.

Pero sí debería reconocer la realidad y dejar de argumentar en contra de la evidencia. La cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, sin duda, marcará su gobierno, aunque finalmente logre la inundación de la obra inconclusa. Será la estampa, el sambenito, con el que pasará a la historia y será, también, la referencia obligada a la hora de explicar la crisis económica que marcará su sexenio.

También debería reconocer que dejar de perseguir a las cabezas del crimen organizado y permitir el paso de drogas fue una decisión equivocada como medida para combatir la violencia. El suyo ha sido el inicio de gobierno más violento de los últimos 20 años, con más homicidios dolosos, secuestros y extorsiones. Se ve que las madrecitas no tuvieron ninguna influencia.

Por otro lado, hay que reconocerle su imaginación para enfrentar las crisis en su administración. Si hay desabasto de gasolina porque se les olvidó importarla, se inventan la guerra contra el huachicol; si hay apagones en la Península de Yucatán por falta de gas, se culpa a los piratas cibernéticos; si el sargazo invade las playas de Cancún, se recurre al probado expediente del compló; si hay algún problema, se culpa a las administraciones del pasado, incluso si son del mismo grupo político.

También hay que reconocerle la imaginación para combatir la corrupción sin pruebas, sin investigaciones, sin detenidos y sin condenas. Todos los rincones de la administración pública estaban llenos de corruptos, pero no hay necesidad de demostrarlo ni de castigarlo. El perdón adelantado confirma día tras día el Pacto de Impunidad que le permitió vía libre para llegar al poder.

En este terreno, destaca el combate a la corrupción mediante la asignación de contratos por adjudicación directa, sin concurso. Lo que en el pasado era fuente de recursos ilícitos para los funcionarios ahora son “ahorros”. Uno de cada siete contratos se realiza así. El poder y el dinero cambian el color del cristal con que se mira.

Lo que sí podríamos esperar con algún grado de certeza en su lista de logros imaginarios es una referencia a uno de sus experimentos más importantes y menos vistos: las 100 universidades Benito Juárez, esa red de adoctrinamiento paralela a Morena, partido que, por cierto, tiene 400 millones de pesos para formar cuadros.

Por lo demás, ya sabemos que, si alguna referencia hubiera a la relación bilateral con Estados Unidos, la obediencia se impondrá sobre la dignidad nacional. El presidente que dio un manotazo para acabar con el nuevo aeropuerto internacional porque no quería ser florero, ya lo es, y no de Estados Unidos sino de Donald Trump.

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