¿Qué está lloviendo? ¿Qué diablos es? No salgas hijo. ¡No salgas!, exclamó imperativamente doña Carolina, encargada de un negocio que cerró de inmediato ante la lluvia negra que llenó de pánico a los habitantes de este puerto tras el incendio de la refinería.

Segundos antes, doña Carolina encerrada en su negocio recibió la preocupante llamada de su pequeño hijo que le dijo: “¡mamá, mamá! la casa se está pintando de negro”. La lluvia negra bajó del cielo y pintó fachadas, vehículos e irritó la garganta de todos con su picante sabor.

¿Dónde está el protocolo de Pemex? ¿Dónde?, preguntó airado el señor Hermilo, al ver que sus vecinos de la parte alta de la colonia Juquilita corrían por todos lados en busca de refugio. Desde arriba escucharon dos explosiones, vieron el fuego y la enorme columna de humo negro.

La gran columna de humo negro cubrió por completo el cielo gris de Salina Cruz que amaneció nublado por lo remantes de la depresión tropical en que se convirtió “Calvin”. Y después del incendió, llegó la lluvia negra que espantó a los salinacrucenses que empezaron a toser.

Calles y arroyos se cubrieron de agua negra. Los vehículos de colores claros se mancharon. Los comercios cerraron. Los automovilistas con sus familias buscaron escapar de la inusual lluvia negra. Algunos salieron hacia la costera rumbo a Huatulco, otros hacia Tehuantepec.

Este puerto no tiene rutas alternas en caso de contingencias como la que se vivió este miércoles. Solo hacia la Costa y de regreso por la refinería, sobre la Transístmica hacia Tehuantepec y Juchitán. Era el caos. Choques entre vehículos que nadie reclamaba.

“Todos querían salir de Salina Cruz, dijeron que la lluvia negra proveniente de la columna de humo que cubrió el cielo de la ciudad traía ácido”, dijo el taxista Gustavo, cuando circulaba con más calma hacia la parte alta del barrio Juquilita.

En las viviendas de las colonias evacuadas cercanas a la refinería, el silencio imponía su ley. Nada se escuchaba. Nadie se hacía presente. “Se llevaron hasta sus perros y loros”, comentó con atrevimiento el taxista Gustavo, quien no paraba de toser por la irritación del picante humo.

Por momentos, en cada cruce de calles, aparecían los grandes camiones de la Armada con su leyenda “Plan Marina” con marinos armados vigilando las viviendas en medio de calles anegas de agua negra.

¡Dios mío!, exclamó doña Roxana al ver sus trastos domésticos cubiertos de hollín negro. ¿Qué será?, preguntó. “Pemex tiene que informar que se quemó para saber que nos tiró desde el cielo con la lluvia”, le dijo su esposo.

“Se quemaron residuos de la refinería. Ahí hay azufre, plomo, ácidos. Todo eso es malo para la salud, para las plantas y para los animales”, añadió Doña Roxana mientras metía a sus tres pequeños perros empapados de lluvia negra a la sala de su vivienda.

Poco después del mediodía, en medio de una pertinaz llovizna, creció la alerta entre los pobladores porque los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO), difundieron un comunicado donde pedían a la población evitar el contacto de agua de lluvia con la piel.

Sugerían lavar inmediatamente la piel expuesta, tapar los depósitos de agua para uso humano, cubrir alimentos y bebidas, evitar el consumo de los mismos si han sido expuestos a la lluvia, utilizar cubre bocas y no tender (exponer) ropa al aire libre.

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