La familia del pequeño asesinado camina en silencio. Se ha guardado el dolor mientras recorre las calles cargando a cuestas el féretro de su hijo muerto. Con apenas dos años, él fue asesinado de un balazo. Aunque aún no hay nombres de los responsables, las investigaciones apuntan a presuntos huachicoleros que atacaron a su familia en la madrugada del 1 de mayo en la carretera México-Puebla para robar la camioneta en la que viajaban.

El niño murió mientras su familia caminaba para pedir ayuda.

De forma muy sencilla, acompañados por familiares y amigos, el menor fue despedido en su natal Santa Catarina Villanueva, una comunidad del municipio de Quecholac, perteneciente al Triángulo Rojo.

En medio de un inmenso dolor, el bebé fue velado en un pequeño ataúd blanco, en la humilde vivienda familiar ubicada en la calle Jardín. De ahí, el cortejo se dirigió a la iglesia del pueblo y posteriormente al panteón, flanqueado por hileras de personas con arreglos florales y globos blancos.

La familia no sólo enfrenta la muerte del pequeño, sino también las secuelas del ataque sexual a la madre y su hija de 14 años, pues no han recibido ni ayuda sicológica ni apoyo para superar su duelo.

Aunque no se ha determinado el móvil del crimen que hoy conmueve a este municipio poblano, las autoridades apuntan que se trató de un robo para llevarse el vehículo familiar que, de acuerdo con fuentes cercanas a la investigación, cuenta con las características de los autos que los huachicoleros utilizan para el robo de combustible.

La familia sabe que los trabajos periciales determinaron que el niño murió cuando los atacantes dispararon a la puerta para abrirla y que los asesinos eran hombres jóvenes.

Lo que nadie les ha dicho es hasta cuándo tendrán justicia.

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