La noche del martes 13 de diciembre, Rafael López Ayala, de 27 años de edad, se recostó sobre la tierra de una de las jardineras de la Catedral y se dispuso a dormir en la noche refrescada por coletazos de aire que rebotaban de las fachadas de los edificios cercanos. Esa noche, el joven decidió quedarse ahí, frente a un vitral del apóstol San Marcos, decorado con estrellas y cometas multicolores.

Rafael llevaba dos meses fuera de casa, según contó a los agentes de la Policía Fuerza Ciudadana que llegaron minutos después de que el joven despertó con pedazos de piel que le colgaban del brazo derecho. Las llamas le provocaron quemaduras de segundo y tercer grado en cara, cuello, tórax anterior y posterior, ambas extremidades superiores, muslos y pantorrillas.

Cuando despertó por el calor que le abrasaba el cuerpo, inmediatamente se quitó el pantalón de mezclilla, los zapatos y la camisa que llevaba. Después ya no pudo moverse por el dolor y decidió sentarse en la tierra.

Pasaban pocos minutos de las 06:00 horas y las personas que se dirigían a su trabajo llamaron al C4 para reportar que un "joven le había prendido fuego afuera de la Catedral". Varios policías que estaban en los alrededores del Palacio de Gobierno corrieron hasta donde se había arremolinado la gente para ver al joven quemado, para pedir una ambulancia.

Rafael explicó que pudo ver que al menos dos jóvenes le prendieron fuego, pero no supo decir qué líquido le rociaron en el cuerpo con el propósito de quemarlo vivo. Dijo no saber quiénes eran sus atacantes.

Las siete cámaras que tiene el C4 en los alrededores, las del Congreso y Palacio de Gobierno no registraron el incidente, pero la Policía instrumentó un operativo de búsqueda de los agresores y a los pocos minutos había detenido a un joven con un tatuaje de la Mara Salvatrucha 13 en el rostro y que vestía tenis, camiseta blanca y un pantalón corto de color negro, que fue puesto a disposición del Ministerio Público, pero que horas después fue liberado.

María López Méndez, que fue esposa de Rafael, explicó que ese miércoles 14 de diciembre, su cónyuge fue golpeado por dos hombres, para luego prenderle fuego. Gracias a que temían ser detenidos por agentes de la Policía que resguardan la plaza central, emprendieron la huida, hasta perderse en las calles aledañas de la plaza central.

Negó que su esposo haya sido un indigente y expuso que ese día salió de casa pero no regresó, por lo que decidió quedarse a dormir en la calle.

Rafael y su esposa eran nativos del ejido Luis Esponda, del municipio de Jiquipilas, a 70 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez, pero decidieron dejar ese lugar para buscar empleo en la capital de Chiapas, para establecerse en una casa en el fraccionamiento San José Chapultepec.

Durante los dos meses que permaneció fuera de casa, Rafael dormía donde le entraba la noche, afuera de negocios, en parques, en recovecos de edificios y jardineras.

Rafael y María tienen un hijo llamado José, un niño que apenas entrará a la adolescencia, que permaneció al lado de su madre en el hospital regional Gilberto Gómez Maza, desde ese miércoles 14 de diciembre, cuando fue internado con la esperanza de que sanara de las quemaduras.

José y María nunca más cruzaron palabra con Rafael, ya que horas después de su ingreso al hospital fue sedeado en la Unidad de Cuidados Intensivos Adultos (UCIA), hasta el día 19, cuando el cuerpo del joven presentó una “falla orgánica múltiple” como consecuencia de un choque séptico o conocido como un fallo multiorgánico. Su cuerpo había sido minado por el alcohol.

lsm

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